Conocimiento y Dinero

Las universidades de investigación y la paradoja del mercado
  • Descripción del libro
  • Sobre el autor
  • Presentación en la UP

Este texto recorre la relación de las universidades con las empresas privadas, con el Estado, con la industria y con el mercado de los profesores y de los estudiantes.

El libro “Conocimiento y dinero. Las universidades de investigación y la paradoja del mercado”, de Roger L. Geiger, es un texto originalmente publicado en 2004. Se trata de una publicación extensa, detallada y minuciosa, que aborda una parte central del funcionamiento de las universidades. Funcionamiento que en ocasiones está vinculado con temas tabú, que no suelen discutirse con asiduidad, como el hecho de vincular la universidad con el mercado. El volumen recorre la relación que tienen las universidades con las empresas privadas, con el Estado en cuanto financiador, con la industria y con el mercado de los profesores y de los estudiantes a través de los procesos de admisión. El texto aborda las cuestiones que tienen que ver con el rol de la universidad en tanto productora de conocimiento. Geiger desarrolla un eje que llama la “paradoja del mercado” y que remite al hecho de que el mercado trajo a las universidades mayores recursos, mejores estudiantes y un rol más productivo en la economía norteamericana, pero que, al mismo tiempo, “ha reducido la soberanía de las universidades en sus propias actividades, ha debilitado su misión de servir al público y ha creado el potencial de minar su roles privilegiados como árbitros desinteresados del conocimiento”. En esos beneficios y en esos peligros ubica el libro sus planteos centrales. Es un material basado en las universidades norteamericanas, pero no en todas ellas, sino en las que el autor llama “de investigación”. Se trata de 99 instituciones, 33 privadas y 66 públicas, que llevan a cabo un 75% de la investigación académica en Estados Unidos y otorgan el 68% de los doctorados en ese país.

Roger L. Geiger
Profesor distinguido del Centro de Estudios en Educación Superior, Pennsylvania State University

Roger L. Geiger fue discípulo de Burton Clark. Es profesor distinguido de Educación en la Pennsylvania State University, donde dirigió el programa de Educación Superior durante dos períodos. Ha escrito extensamente sobre la historia de la educación superior norteamericana y también acerca de la vinculación entre las universidades y el desarrollo tecnológico.

Jorge Tezón, Gerente de Desarrollo Científico y Tecnológico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), tuvo a su cargo la presentación de “Conocimiento y dinero. Las universidades de investigación y la paradoja del mercado” de Roger L. Geiger.

Una lente de análisis para observar nuestra realidad universitaria

Jorge Tezón:
El eje del libro es observar en qué medida atender las necesidades del mercado o de la sociedad está llevando a las universidades a perder de vista los roles fundamentales para los cuales fueron fundadas: la creación de conocimiento y la formación de discípulos. La universidad fue creada antes que las profesiones modernas. El objetivo era la formación de científicos, pero no como profesionales, sino como creadores de conocimiento. Luego, evoluciona hacia la universidad profesionalista y hacia una creciente relación con el mercado y con la sociedad. Por eso es importante observar si esa relación e integración con la sociedad y con el mercado, con el objetivo de obtener recursos extra, puede llevar a la pérdida de la misión de creación de conocimiento. Una de las ideas que rescato del libro es el concepto de universidad “tironeada” por distintos sectores: por un lado, el que la sostiene económicamente y, por otro, la sociedad en la que la universidad está inserta. El concepto de universidad que marca el libro es un proceso determinado por la sociedad y por el mercado, pero no se trata de una sociedad con enfoque público, como la concebimos nosotros, en la que el gobierno interviene y evalúa las universidades para darles categorización en grado y posgrado, sino que en Estados Unidos la universidad está sometida a las leyes del mercado y a las leyes sociales. Es una realidad de competencia muy grande para las universidades. Ese estado de demanda permanente, esa pelea por sobrevivir en una economía de muy alta competencia, a veces atenta contra la capacidad primordial de la universidad de formar buenos pensadores y de generar conocimientos.

¿Cree que en las universidades argentinas se verifica esta “paradoja del mercado”: que las relaciones con la industria y los aportes económicos puedan estar perjudicando el rol de la universidad como productora de conocimiento?

Jorge Tezón:
No en cuanto a la relación con el mercado productivo, pero sí en cuanto al mercado profesional del egresado. Sin duda, este busca una universidad que le de un buen “cartel”, diploma o currículum para hacer carrera. Eso es innegable y hay experiencias, tanto públicas como privadas, de distinto prestigio. En el caso de la relación con las industrias, el tejido industrial argentino no es lo suficientemente poderoso como para tener una demanda de conocimientos de las universidades nacionales. De todas maneras, según nuestra experiencia en el ámbito universitario, hay una capacidad de producir servicios para empresas con una facturación importante, es decir que el sistema puede generar transferencias al sector. En este caso, no lo veo como una amenaza para la generación de conocimiento, sino que, al contrario, creo que la transferencia de ese conocimiento obliga al grupo de investigación a concretar y ordenar esos saberes en pos de lo transferible, vendible y aplicable a una necesidad social.

¿Esto es igual en las ciencias duras y en las blandas?

Jorge Tezón:
Uno puede acercarse a la astronomía y ver que hay desarrollos de detectores que son aplicables al análisis del suelo. En las ciencias sociales, sobre todo en las áreas de educación y sociología, hay una gran transferencia hacia las comunidades y los gobiernos. Por ejemplo, con la información del censo 2001, un investigador de CONICET llevó a cabo un ranking de calidad de vida de las distintas ciudades. Uno de los resultados mostraba que en primer lugar estaba Punta Alta, en Bahía Blanca, y última una localidad del Chaco. Ocho años después nos contactó el intendente de esa localidad y dijo que en los últimos años habían trabajado mucho y que quería saber si seguían siendo los últimos. Es decir que el conocimiento puede servir para eso también, para unificar un programa de gobierno.

¿Hay iniciativas de las universidades para vincularse con la industria o es la industria la que las busca?

Jorge Tezón:
Las universidades publicitan sus capacidades en alguna materia técnica mediante las unidades de vinculación tecnológica; estas permiten la comercialización de los productos de la investigación a través de un circuito de facturación que habilita una recaudación directa de fondos. De esta manera, las empresas toman contacto y se acercan. Esas son las primeras aproximaciones. Las segundas son encadenadas: una vez que toman una relación de confianza con la institución, van requiriendo más, confiando más y solicitando servicios. Es una relación punto a punto, tanto con una universidad como con un laboratorio. Lo que no existe es un sistema compartido de capacidades, que pueda derivar a otra institución que posea una competencia en particular, o sea, que uno pueda decir: “yo no entiendo de encuadernación, los que entienden de eso son los de la universidad x”. Entonces, algo que sí debería instrumentarse es un sistema que permita compartir beneficios. Nadie va a vender una asesoría a una empresa por mera solidaridad, habría que idear un mecanismo de beneficios compartidos.

¿Cómo es la relación entre el CONICET y las universidades privadas?

Jorge Tezón:
El principal gasto es el salario por las dedicaciones exclusivas a la investigación. Incluso en las universidades públicas, el acceso a los cargos con dedicación exclusiva no es muy elástico y esos puestos son ocupados por los investigadores más adelantados en la carrera y queda muy poco espacio para los jóvenes. En el caso de las universidades privadas, al contar con una tradición menor de docentes con dedicación exclusiva, observamos la misma relación. Es entonces cuando nuestra carrera de investigador de CONICET puede aportar y contribuir a la construcción de capacidades de investigación en las universidades.

Hoy se discuten diferentes modelos de investigación. ¿Qué sucede en la Argentina: hay distintos modelos de gestión de la investigación en las universidades?

Jorge Tezón:
Primero es necesario acordar sobre qué se entiende por gestión de la investigación: si uno es un posibilitador de la investigación y de las iniciativas de los propios investigadores, entonces sí se puede decir que hay gestión de la investigación. Algunas universidades organizan sus secretarías de Ciencia y Técnica y las fuentes de financiamiento. Pero cuando se trata de asumir proyectos de innovación, es decir, cuando hay que brindar una respuesta a una necesidad concreta del mercado o de la sociedad, con un producto que después la sociedad vaya a adoptar es necesario construir un “paquete tecnológico” que sea rentable, adoptable, útil y carente de fallas. Eso es un poco más complejo y existen pocas universidades que lo lleven a cabo dentro del sistema. Cuando la academia realiza un contrato con una empresa, esta fija los límites. Por otro lado, que el propio grupo de investigación y desarrollo se amolde al producto requerido implica gestionar el proceso de investigación y desarrollo dentro del equipo, y dejar de lado muchas de las ideas creativas e interesantes, pero no pertinentes para aquello que se le ha pedido. He sido testigo de programas en los que la empresa tomaba control del proceso de investigación y lo gerenciaba a partir de determinado momento.

¿Qué pasa con los investigadores cuando eso sucede?

Jorge Tezón:
El problema para los investigadores no es tanto adaptarse a esas reglas, sino que en muchos casos dejan de producir para su propia carrera académica, dejan de publicar y entran en un marco de confidencialidad y secreto. Hay etapas de las carreras de los científicos que a veces deben certificarse, armonizarse con publicaciones y dedicaciones. Cómo llegar a ese equilibrio es un tema que se debe debatir.

¿Es necesario un conocimiento de gestión de la innovación?

Jorge Tezón:
Primero hay que llegar a un buen producto y, para eso, tiene que haber alguien que se ocupe. Luego, hay personas que pueden decir: “no me conviene eso porque cuando participe del concurso docente me van a medir por mi producto publicado y, por más que haya hecho una transferencia muy importante no la van a valorar” y esa es una discusión pendiente en el ámbito académico. También hay una cuestión que se sostiene en el libro de Geiger: en las universidades que se han visto inmersas en la revolución tecnológica y que fueron tentadas a realizar transferencias al medio –crear empresas, vender productos y crear desarrollos–, los propios productores sacrificaron mucho de sus carreras científicas en pos de ese proyecto. Muchas veces una carrera científica suspendida durante un año no es fácil de retomar ya que se pierden el ritmo, los contactos y los becarios. La discusión es interesante porque necesitamos mecanismos de financiamiento para esas carreras.