Más allá de la Torre de Marfil

La responsabilidad social de la universidad moderna
  • Descripción del libro
  • Sobre el autor
  • Presentación en la UP

Las universidades ya no se ajustan a la metáfora de la torre de marfil, el autor propone maneras de acercarla a lo que llama “el mundo exterior”.

El autor examina los complejos problemas éticos y sociales que atraviesan actualmente las universidades modernas. Sugiere maneras de abordarlos de forma que permita a estas instituciones servir a la sociedad mientras continúan ejerciendo sus dos misiones fundamentales: la enseñanza y la investigación.

Con una argumentación muy precisa, Derek Bok considera una serie de responsabilidades que debe cumplir la universidad frente a la sociedad actual. Retoma debates de larga data como la problemática del acceso de las minorías, si deben recibir donaciones o no y de quiénes, y cómo manejar la ética en la cuestión científica, entre otros.

El libro presenta los valores básicos de la universidad: la libertad académica, la autonomía institucional y las exigencias del Estado y los objetivos de la universidad y la responsabilidad ante la sociedad. A continuación hace un recorrido sobre las respuestas académicas a los problemas sociales: acceso y desigualdad racial, desarrollo moral de los estudiantes, las responsabilidades sociales de la investigación, entre otros. Por último, retoma algunos ejemplos y propone soluciones a los problemas sociales a través de medios no académicos, como la aceptación de donaciones, la relación con la comunidad local y la toma de posiciones políticas.

Concluye el autor: “(…) si bien las universidades tienen que limitar la gama de estas actividades y respetar los objetivos académicos para los cuales han sido creadas, pueden al menos, ser imaginativas para encontrar formas apropiadas de abordar problemas importantes de la sociedad”. La obra intenta ser un aporte en esta búsqueda.

Derek Bok
Ex presidente de la Universidad de Harvard

Ejerció como Presidente de la Universidad de Harvard desde 1971 hasta 1991. Se graduó como abogado y es uno de los más destacados intelectuales norteamericanos. Fue Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard. Es autor de varios libros sobre educación superior, entre los que se encuentran: “Las universidades y el futuro del país” de 1990, “Las universidades en el mercado” de 2003, y en 2005 publicó “Nuestras facultades subdesarrolladas, una mirada inocente a cuánto aprenden nuestros estudiantes y por qué deberían aprender más”. En 2006 volvió a hacerse cargo interinamente de la presidencia de la Universidad de Harvard. Su última obra publicada en 2010 se titula “La Política de la Felicidad: Lo que el gobierno puede aprender de la nueva investigación del bienestar”.

El rector de la Universidad Blas Pascal, Eduardo Sánchez Martínez, y el rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, Ernesto Villanueva, presentaron este libro en la Universidad de Palermo (UP). Bajo la coordinación de la periodista Raquel San Martín, en el marco del ciclo de presentaciones de la Colección de Educación Superior editada por la UP, los disertantes debatieron sobre la relación del Estado y la sociedad con la universidad y los temas que Derek Bok desarrolla en relación a estas cuestiones.

Entre la libertad académica y la responsabilidad social en la universidad

Una de las ideas que presenta el autor en su libro es que las universidades cumplen su función social si ofrecen calidad en lo académico y en la investigación. ¿Qué opinan al respecto?

Eduardo Sánchez Martínez:
Las universidades tienen una función insoslayable con la sociedad porque son creadas y sostenidas por ella. Ese papel cambia a lo largo de la historia según el modelo de universidad al que se aspire. José Medina Echavarría, filósofo y sociólogo español, plantea que hay tres modelos: la universidad torre de marfil, en donde la institución investiga y enseña pero sin tener en cuenta las demandas y requerimientos sociales; la universidad militante, que sólo se justifica si trabaja en cuestiones de acción social directa, más allá de sus funciones específicas; y la universidad comprometida con su medio y con su tiempo, que está atenta a lo que pasa y trata de responder desde lo que puede y debe hacer, que es enseñar e investigar. Creo que las universidades deben dedicarse a aquello para lo cual se las crea y se les asigna recursos y si lo hacen atendiendo a los requerimientos de la sociedad, entonces están cumpliendo con su función social.

Ernesto Villanueva:
Si el rol académico de la universidad surge de intereses corporativos sin atender a las demandas de la sociedad, no cumple ninguna función social. Es evidente que la institución universitaria se define en su accionar docente y en la creación de conocimiento. Soy crítico de la definición de extensión universitaria que diferencia la docencia y la investigación como parte de las funciones “torre de marfil” de la universidad, de lo que sería la extensión universitaria por la cual se haría un servicio a la comunidad. Preferiría que estén entrelazadas.

La relación Estado-Universidades

¿Cómo creen que debería intervenir el Estado en las universidades en cuestiones de política académica, de investigación y de transferencia hacia la sociedad en nuestro país?

Eduardo Sánchez Martínez:
En todo el mundo la relación Estado-Universidad es difícil porque las universidades son instituciones muy particulares. En la Argentina la relación está mal entendida. Por un lado el Estado no reconoce la necesidad que tienen las universidades de ejercer su autonomía, y por el otro las universidades creen que no puede haber nada por encima de ellas. Sin embargo, está claro que es responsabilidad del Estado fijar el marco de las políticas públicas para la educación superior, aunque las universidades puedan aportar. El Estado argentino ha oscilado tradicionalmente entre un papel benevolente, como simple ‘caja pagadora’, y la intervención directa, llevada a su máxima expresión en períodos de regímenes militares. Pero hoy hay una evolución en el mundo y también en la Argentina: la intervención ya no se piensa como un accionar directo en tal o cual sentido, sino que se entiende como un ‘pilotaje a distancia’, en donde hay objetivos compartidos y el Estado incentiva, promueve, regula para que esos objetivos se alcancen.

¿Es posible la neutralidad de las universidades?

Bok habla sobre la neutralidad académica, ¿Hasta qué punto deberían intervenir las universidades en los asuntos públicos de un país?

Eduardo Sánchez Martínez:
Cada vez que una universidad tiene que abordar problemas sociales, debe elegir en función de sus principios y toma una posición, por lo cual no es estrictamente ‘neutral’. El principio de neutralidad vale más como protección frente a posturas ortodoxas. En este sentido, Bok está muy preocupado porque la libertad académica no sea vulnerada. El autor prefiere que la universidad como tal no asuma posiciones oficiales y que deje libertad a sus profesores para que puedan hacerlo.

Ernesto Villanueva:
En ese punto discrepo con Bok, es impensable la neutralidad de las instituciones. El autor propone que los profesores se comprometan, pero la institución no; hay una cierta imposibilidad lógica en este planteo.

Eduardo Sánchez Martínez:
Creo que es preferible que haya cierta contradicción lógica en el razonamiento de Bok, pero que se resguarde ese ámbito, casi único, en donde sea posible la libertad y el desarrollo del pensamiento crítico e independiente.

El desarrollo moral de los estudiantes

Bok hace referencia a la responsabilidad de la universidad en la formación moral de los estudiantes. ¿Están de acuerdo?

Ernesto Villanueva:
Ese es un capítulo muy interesante del libro, es la discusión acerca de si la ética puede enseñarse. Bok relata lo que sucedió en Estados Unidos y termina preguntándose, si se enseña ética, ¿se va a lograr que los estudiantes sean mejores personas? Su conclusión es que es preferible dar esos contenidos que no hacerlo. Para mí lo interesante es que se discuta sobre estos temas.

Eduardo Sánchez Martínez:
Comparto esta preocupación. Es un tema inquietante y complicado porque en nuestra sociedad hay un cierto deterioro de los valores éticos. La universidad es sin duda parte del problema y debe ser parte de la solución; la cuestión es cómo hacerlo. Hay una cultura académica en la que las disciplinas se han independizado de la ética. Pero también hay que preguntarse, si los profesores están en condiciones de asumir con la suficiente competencia la enseñanza de valores y principios éticos. Deberíamos empezar por plantear esta preocupación, porque además de formar buenos profesionales hay que formar buenos ciudadanos: gente con capacidad para convivir en una sociedad civilizada y que pueda pensar en el otro.