El surgimiento de las universidades

Autor: Charles Homer Haskins

  • Descripción del libro
  • Sobre el autor
  • Presentación en la UP

El volumen es la recopilación de una serie de conferencias que en 1923 dictó el historiador Charles Homer Haskins en la Universidad Brown. Se trata de una síntesis que repasa los orígenes de las universidades y la centralidad de los modelos de las universidades de París y de Bologna. Desde una perspectiva que busca correr el velo de oscuridad que mantuvo por mucho tiempo la Edad Media, el autor se propone mostrar toda la vitalidad intelectual medieval y la herencia invaluable que todavía hoy perdura, con continuidades y rupturas, en las instituciones contemporáneas.

Publicada originalmente en 1923, como recopilación de una serie de conferencias dictadas por el eminente historiador medievalista Charles Homer Haskins en Brown University, esta impecable y rigurosa síntesis de esos orígenes repasa los primeros desarrollos de las instituciones universitarias, las prácticas de enseñanza y la vida de los estudiantes, en páginas que conservan su efectividad para demostrar cómo la cultura académica de las universidades -esa "antigua y universal sociedad de académicos", al decir del autor- ha tenido una continuidad notable a través de los siglos y los avatares políticos y sociales del mundo.

Charles Homer Haskins
Historiador estadounidense doctorado en Historia de la Universidad Johns Hopkins y especializado en el estudio de las instituciones en la Edad Media.

Historiador estadounidense doctorado en Historia de la Universidad Johns Hopkins y especializado en el estudio de las instituciones en la Edad Media. Pasó la mayor parte de su carrera académica como docente en la Universidad de Harvard. Además de “El surgimiento de las universidades”, que en su momento fue muy celebrado, escribió varios libros sobre la cultura y la historia medieval.

La presentación del libro estuvo coordinada por la periodista Raquel San Martín y contó con la participación del historiador e investigador Pablo Buchbinder.

Pablo Buchbinder:
Hay un aspecto que quisiera subrayar y es que, por lo general, quienes nos dedicamos al tema de historia medieval y de los letrados y las universidades medievales en la Argentina y en el mundo de habla hispanoamericana, estamos más habituados a trabajar con autores franceses, como George Duby o Jacques Le Goff, la gran referencia en este tipo de temas, o con autores españoles. Entonces creo que es muy útil e interesante poder ver el tema desde un trabajo que se inscribe en una tradición intelectual e historiográfica distinta. El libro tiene también otras virtudes. En tiempos tan ajetreados es un libro relativamente breve, pero a la vez es un libro profundo, y diría que además es muy moderno, si uno lo piensa en términos historiográficos. El texto es el resultado de una serie de conferencias dictadas en el año 1923. Algo que me sorprendió es que su orientación historiográfica no es como uno podría prever por el momento en el que fue escrito, una historia política en el sentido tradicional, una historia institucional. Por el contrario, es un libro que conserva un estilo y un contenido que son mucho más próximos a la historia cultural y social que se desarrolló en los años ‘50 y ‘60.

Quisiera insistir en un punto a la hora de hablar sobre el libro. Hay una cuestión obvia, pero que siempre se la señalo a los estudiantes: las mejores historias universitarias son aquellas que nos permiten, a la vez, comprender mejor a las sociedades en las que esas universidades se insertan - y esta es, entonces, una característica que es relevante destacar de este libro - y también, quiero subrayar la preocupación por insistir en los lazos entre ese pasado lejano que marca y caracteriza el surgimiento de las universidades, y las universidades actuales.

El libro está compuesto por un estudio introductorio extenso y por tres capítulos, uno dedicado específicamente al estudio de las universidades, el otro dedicado al profesor medieval, y el otro, al estudiante medieval.

La idea es marcar los problemas que estructuran y organizan los argumentos en cada uno de ellos. Y en ese sentido quisiera describirlos a partir de algunas preguntas. Creo que el primer capítulo del libro se construye sobre una preocupación, una pregunta central: ¿qué une a nuestras universidades actuales con sus antepasados medievales? Y esos lazos no pueden encontrarse en aquello que está vinculado con la materialidad o con la realidad física de las universidades, en sus edificios e instalaciones. En definitiva, lo que distingue a la Universidad de entonces, incluso en sus orígenes, es la existencia de, junto a esa comunidad de enseñanza y de aprendizaje, un sistema de cursos regulares, de exámenes, un sistema de títulos, sobre todo, y -esto es central- un sistema de ceremonias de graduación. En este sentido, señala Haskins, nuestras universidades son claramente hijas de estas primeras instituciones medievales.

El texto toma algunos tópicos que son clásicos en la historia de las universidades, pero que probablemente no lo eran en el momento en el que el libro se publicó. Pero también, a pesar de que toma estas cuestiones, estos argumentos y estos problemas que son clásicos, también introduce algunos matices.

Los otros dos capítulos del libro están dedicados al profesor medieval, al estudiante, y lo interesante del libro es que a través de ellos, Haskins se plantea preguntas sobre dos aspectos distintos. Por un lado, cuando analiza el perfil del profesor indaga en torno al papel de la universidad como centro intelectual, y por otro, al analizar al estudiante se plantea la pregunta por el perfil social y por la vida cotidiana de los estudiantes medievales. Es decir, mientras en un caso se centra en aquellas cuestiones que están relacionadas con los aspectos de la historia intelectual, en el otro pone énfasis en cuestiones vinculadas con la historia social.

Referirse a los profesores universitarios es, para Haskins, referirse también a una de las disciplinas que se enseñan y a la forma en la que debe ser enseñada. Y acá es preciso reconocer dos vertientes, la que tiene que ver con las artes liberales, por un lado, y otra vinculada con las disciplinas universitarias propiamente dichas, como son la Medicina, la Teología o el Derecho. Si bien Haskins hace referencia a esa variedad de disciplinas, lo que señala también es que la profundidad e intensidad del estudio de estas disciplinas no es similar en todos los casos. Habría que señalar además una cuestión que en Haskins ronda el texto, pero no está explícitamente señalada, que es el carácter finito que de acuerdo a estas concepciones tiene el conocimiento.

Otra pregunta que se plantea en el texto es ¿cómo son los profesores? Y una primera respuesta apunta, por un lado, a presentarlos como parte de un cuerpo homogéneo, es decir, uno podría pensar que la enseñanza está basada en el principio de autoridad, todos ellos tienen que estudiar las mismas fuentes y enseñar casos similares.

Sin embargo, Haskins subraya la heterogeneidad de los profesores porque sobre ese trasfondo similar, en el sentido de que están todos sometidos a un mismo conjunto de autoridades, tienen diferencias muy profundas y marcadas.

Al profesor medieval es importante pensarlo por otro lado, sobre dos categorías. Pensarlo primero como miembro de una corporación, que controla, a su vez, la conducta individual de cada uno de ellos, pero que para Haskins no controla sus opiniones, y por otro lado, pensarlo en función de su grado de libertad.

El problema de la libertad académica medieval es para Haskins un problema central que hay que ver en el contexto de un sistema en el cual la verdad es algo revelado que sólo tiene que ser difundido, un mundo en el que la razón está subordinada a la fe y en el que lo audaz, en términos intelectuales, está mal visto ya que puede conducir, entre otras cosas, a la herejía. Aunque hay que reconocer matices porque esta situación no es similar en todas las disciplinas. El Derecho es, en este sentido, más flexible que la Teología.

Creo que el capítulo más interesante y divertido del libro es el último, el dedicado al estudiante, sobre todo por las consideraciones metodológicas que lo recorren.

Reconstruir la vida del estudiante medieval es muy difícil como el de todos los actores de la vida medieval, por la escasez de fuentes. Entonces el libro tiene una serie de observaciones desde el punto de vista metodológico.

Quizás uno de los aspectos más interesantes de este capítulo es cómo se muestra la diversidad de la condición estudiantil.

Hay una cuestión que creo que es muy interesante en el libro, desde el punto de vista metodológico, que tiene que ver con todos los reparos y observaciones que hay que hacer en relación al uso de este tipo de fuentes, porque ellas hacen hincapié y reflejan a un determinado tipo de estudiante, aquél que resulta atractivo para quienes escriben. Es el estudiante rebelde y transgresor, que privilegia su diversión. Ése es el objeto de poetas y de escritores, pero existe también el buen estudiante, cuya presencia no se refleja en la poesía, en las memorias, en la literatura. En el mundo medieval hay un núcleo motivado fundamentalmente por ansias del conocimiento y por la avidez por el logro intelectual, y ese es un elemento que para Haskins une al estudiante medieval con el contemporáneo.

Raquel San Martín: En relación a la libertad académica y a los usos del conocimiento, me preguntaba qué riesgos hay de caer en cierto anacronismo, cuando se mira a la Edad Media, intentando ver continuidades con el presente. Puede ser una lectura atractiva y seguramente correcta en muchos casos, pero ¿creés que hay riesgos de una mirada sesgada?

PB: Siempre tiendo a ver estas cosas como historiador y en ese sentido, mantengo siempre una mirada muy historicista del problema, destacando las diferencias entre las épocas. Si hay una característica que tiene el libro de Haskins es mostrar una visión distinta a la que han desarrollado la mayor parte de los historiadores, que sostienen una perspectiva bastante monolítica de las cuestiones que hacen a las posibilidades de un profesor en la Edad Media, en relación a los temas y a los puntos de vista desde los que podía enseñar. Pero de todos modos, no es comparable la situación, es decir, el sistema medieval está construido sobre la base del principio de autoridad, que es incuestionable, cuestionarlo es entrar en una herejía.

En ese marco, Haskins tiende a señalar que el sistema ha permitido una mayor libertad que la que habitualmente los historiadores han supuesto. También debemos tener en cuenta que una de las características centrales del conocimiento moderno tiene que ver con el cuestionamiento permanente. Cuando nosotros hacemos ciencia o desarrollamos una disciplina universitaria, lo primero que intentamos es cuestionar las verdades que están, los juicios ya establecidos en la literatura científica o en la bibliografía. Perspectivas de esas características eran imposibles entonces. Por supuesto la libertad que tenemos tampoco es ilimitada, porque está definida por las mismas constricciones que fija la comunidad científica, pero el criterio de base es sustantivamente distinto.

RSM: En el primer capítulo Haskins muestra a las universidades como instituciones sin un anclaje territorial, no estaban instaladas territorialmente, de hecho podían irse si sentían que había regulaciones que no le favorecían. ¿Esto tenía que ver con el carácter de las universidades como tales, como instituciones, o con una época en la cual esto podía suceder así?

PB: Una cuestión que el libro marca con mucha claridad, y que traté de introducir al principio de mi exposición, es que la universidad es esencialmente una comunidad de personas, esto es lo que la caracteriza, y no lo que nosotros podríamos llamar su realidad física. No está asociada a un conjunto territorial, ni a un conjunto arquitectónico.

Si hay algo que me parece interesante del texto de Haskins es que esa comunidad está definida, desde su perspectiva, básicamente como una comunidad de enseñanza y aprendizaje, que establece una jerarquía de títulos, de grados, de personas que pueden enseñar ciertas cosas y otras no, y subraya menos otras características que han señalado otros autores, como su carácter corporativo. También hay una discusión interesante en el caso de Haskins sobre qué significa el término universidad, ya sea de los maestros, ya sea de los estudiantes. A veces el término se asocia al conocimiento, por un lado, a veces a la unión de las naciones, que es otra característica de división de los estudiantes. Pero para él lo que lo define esencialmente es ese grupo de personas, no una realidad física como nosotros tenemos de referencia hoy.

RSM: El autor dice hacia el final que la universidad fue la escuela del espíritu moderno. ¿De qué maneras te parece que esto sucedió en la universidad medieval?

PB: Lo que entiendo del libro es que con todas las limitaciones que tiene el avance del conocimiento, con todas las cosas que quedan afuera, si hay algo que marca la modernidad, y marca el vínculo que nosotros tenemos con la universidad, es por un lado la idea de construcción de la comunidad, que tiene como objetivo la enseñanza y el aprendizaje, y por otro lado la avidez por el conocimiento. Eso es muy claro y evidente cuando Haskins se pregunta por el estudiante medieval. ¿Cuál es el carácter contemporáneo? ¿Qué es lo que une a un estudiante medieval con un estudiante contemporáneo? Es justamente esa avidez por el conocimiento, y esto es lo que caracteriza a la universidad. Parece muy básico, pero creo que desde la perspectiva que plantea el libro esto es lo que los une, la construcción de una comunidad que tiene estos objetivos.