¿Por qué nos atrae el "turismo negro"?

Maximiliano Korstanje, experto en turismo y Doctor de la UP, nos aclara por qué nos llama tanto la atención el "turismo de catástrofes".



El turismo negro consiste en viajar a emplazamientos asociados con la muerte, el dolor y la tragedia, como Auschwitz, el la Zona Zero de las Torres Gemelas o la prisión de Alcatraz. Estos lugares, a pesar de no contar con los principales encantos que solemos buscar en vacaciones (belleza, relajación), son fenómenos de masas. Pero ¿por qué nos atraen? ¿Y desde cuándo son un negocio?

Para meter la cabeza hasta el fondo en este asunto tan tétrico -y atractivo-, hemos hablado con un experto en el tema, Korstanje Maximiliano. Este Doctor en el Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo (Argentina) y en el CERS (Centre for Ethnicity and Racism Studies) de la Universidad de Leeds (Reino Unido) ha escrito varios artículos científicos al respecto, y nos aclara por qué nos llama tanto la atención el "turismo de catástrofes". 

"Para que haya turismo oscuro, el principal elemento que ha de darse es la thanaptosis, de thanatos (muerte), un proceso por el que el sujeto interpela y prefigura su propia muerte a través de la muerte de otro". Es decir, es como si "aprendiéramos" acerca de este fenómeno recorriendo los emplazamientos en los que ya ha tenido lugar. "La sociedad moderna ha avanzado en materia tecnológica con el fin de extender la vida. A diferencia de otras épocas, la muerte está menos presente en la cultura, se encuentra negada, pues cada vez se muere menos. Que se encuentre negada no significa que sea controlable, sino que su aparición cada vez nos afecta más. Ante la muerte, la sociedad tiene dos caminos: se disgrega -pues la desconfianza sobre sus gobernantes aumenta-, o aumenta su cohesión interna. El turismo oscuro es una suerte de museificación de la catástrofe que permite que el lazo social no se destruya. Antropológicamente, el fenómeno se corresponde con un intento -como decíamos antes- de disciplinar la figura de la muerte".

 Por su parte, la escritora y grafóloga Clara Tahoces, que lleva más de veinticinco años dedicándose a la investigación de temas insólitos y misteriosos y ha trabajado en la revista Más Allá de la Ciencia y en el programa de radio Milenio 3 (además de ser colaboradora en Cuarto Milenio), cree que los aficionados al turismo negro "buscan lugares que se salen de la típica oferta turística por estar aderezados con un punto de morbo: conocer historias insólitas o ampliar información sobre ciertos hechos luctuosos de los que ya tenían conocimiento". 

Por ello, ambos autores están de acuerdo en que uno de los polos más poderosos para quienes buscan este tipo de experiencias son los campos de exterminio nazi. "En estos sitios, los visitantes quieren algo más que saber de historia, intentan conectar con el dolor humano en su máxima expresión", nos cuenta el Dr. Maximiliano. Y lo explica apelando a su idea anterior: "El turismo ha demostrado ser un mecanismo de resiliencia formidable, y muchos espacios de destrucción o de trauma social como el Ground Zero de Nueva York o Nueva Orleans se reconstruyen por medio de una alegoría, un discurso creado para otros que se acercan para comprender por qué ha pasado lo peor".

Tahoces también destaca otros emplazamientos interesantes para el turista de la catástrofe, los espacios expositivos especializados: "Existen diferentes museos repartidos por el mundo en los que se muestran artefactos que fueron empleados para ejercer la tortura. En España, por ejemplo, tenemos uno de Santillana del Mar, otro en Córdoba… Los museos del crimen tampoco se quedan atrás, hay muchos. Uno de los más famosos es The Black Museum, también conocido como The Crime Museum, de Scotland Yard, en Londres. Otra visita que realizan numerosos viajeros que recalan en San Francisco es la prisión-museo de Alcatraz".

 De hecho, cada vez son más las "atracciones" que aglutina este tipo de ocio, hasta el punto de que muchas compañías se están subiendo al carro del turismo oscuro sin serlo: "Se utilizan hechos ficticios para vender sitios en los que realmente no ha ocurrido nada. Por ejemplo, casas supuestamente siniestras en escenarios de rodajes, que suelen convertirse en lugares de culto", comenta Tahoces. 

Por su parte, Maximiliano arroja luz sobre otro hecho interesante: los grupos sociales que se niegan a convertir su tragedia en "espectáculo": "Hay una serie de espacios de memoria que llevan por dentro mucho dolor que aún no fue cicatrizado. Por ejemplo, el santuario de Cromañón en Argentina, donde murieron 194 jóvenes luego de que una bengala causara un incendio de enormes proporciones en un recital de rock and roll, es un claro ejemplo de una comunidad que no acepta al turismo organizado. Los viajeros pueden visitar el lugar, pero no se permiten contingentes como en Auschwitz u otro museos. La idea es simple, a grandes rasgos: el turismo es un fenómeno económico y como tal, lleva la marca del dinero. Este último llama a la corrupción, que fue la causa de esta tragedia. Por ende, Cromañón, como muchos otros lugares, se resiste a este tipo de turismo".

 Asimismo, también hay lugares que se convierten en mecas para los curiosos, que los visitan espontáneamente. Hablamos, por ejemplo, de la casa donde estuvo encerrada durante 24 años Elizabeth Fritzl, hija del "Monstruo de Amstetten" -a pesar de encontrarse vigilada día y noche por la policía-. También sucede con la residencia en la que estuvo secuestrada por nueve años Natalia Kampusch, que ha decidido comprar ella misma para evitar que otro la convierta en un "parque de atracciones". 

Pero ¿desde cuándo existe este fenómeno de visitar y "monetizar" los espacios de dolor? Maximiliano nos vuelve a dar las claves: "En la Edad Media, muchas personas se acercaban a la tumba de los santos para tocarlas, dejarles efectos personales o pedirles por alguna dolencia. Estas peregrinaciones estaban centradas en la necesidad de curar el cuerpo o el alma; el peregrino partía desde el dolor y veía en la muerte del santo una forma de mediar con la divinidad. Nada de eso sucede con el turismo oscuro, ya que esta tendencia no descansa sobre la necesidad, sino sobre la curiosidad". Además, nos aclara que hasta mediados del siglo XX, "las vacaciones se comprendían como procesos donde la revitalización se combinaba con una idea romántica de belleza", por lo que el turismo negro sería, en esas circunstancias, impensable. "Se trata de un fenómeno puramente postmoderno", concluye el especialista.


Texto: Marta Sader