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Incongruencias culturales
07/10/2015

Incongruencias culturales

La distorsión que se autoimponen los argentinos para evitar prejuicios ajenos. Conclusiones del 4to estudio de los argentinos y la felicidad.

Incongruencias culturales

Según un estudio reciente, los argentinos tendemos a distorsionar nuestra propia realidad para evitar los prejuicios ajenos, lo cual nos vuelve acomodaticios e indulgentes con nosotros mismos.

Por Redacción LAVOZ

De un estudio sobre felicidad relacionado con la estructura social, realizado por la Universidad de Palermo y TNS Gallup, resulta una descripción de los argentinos que nos costará asumir y modificar.
Mal que nos pese, en la caracterización que de nosotros mismos pudieron elaborar los investigadores, los rasgos que sobresalen son la hipocresía, el prejuicio sobre los otros y cierta predisposición a la competencia desleal o, si se prefiere, a colocarnos más allá de lo que marca la ley.

La inmensa mayoría de los encuestados declaró pertenecer a la clase media o media baja. Una ínfima proporción se calificó como clase media alta, y apenas uno de cada 10 encuestados consideró que pertenecía a la clase baja.

En otras palabras, nadie aceptó ser de clase alta. Por el contrario, casi el 90 por ciento de los que pertenecían al segmento ABC1 –el más alto en la pirámide socioeconómica– se definió como clase media o media baja.

En consonancia con esa autorrepresentación, la inmensa mayoría se declaró a favor de políticas públicas que promuevan la redistribución de la riqueza.

Está claro que quienes así se manifestaron entienden que no estarían obligados a pagar más impuestos –para eso está la clase alta– sino que podrían reclamar el derecho de recibir nuevos beneficios por parte del Estado.

Al preguntarse con qué se asocia la pobreza, la respuesta mayoritaria apunta al ambiente en que se nace y a la falta de educación. Pero el haber tenido una buena educación o contar con una buena herencia familiar no es algo que permita el ascenso social hasta la clase alta. Según la mayoría de los encuestados, sólo llega a la clase alta el corrupto.

Así las cosas, está mal visto integrar el lote de los que más dinero tienen en el país. Y a ese prejuicio lo legitiman quienes pertenecen a la clase alta y no se definen como tales.
Como si no tuviésemos poco con esto, si se aborda qué tipo de ingresos se prefiere, la aspiración de la mayoría es ganar más que sus compañeros o colegas, en vez de asumir como justo el ideal que marca la ley, esto es, que a igual puesto de trabajo se reciba idéntica retribución.

Tener un ingreso de clase media garantiza una contención y una proyección material que nos permite no sentirnos infelices.
Si a eso se suma el peso de la tradición, que identifica históricamente a nuestro país con una amplia y dichosa clase media, se entiende que la inmensa mayoría quiera definirse por sus atributos.

Sin embargo, es inadmisible la distorsión de la propia realidad para evitar el prejuicio de los otros, así como el obrar individual en contra del prójimo.