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| Carlos Sallaberry: "Mi Oficio" |
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| El martes 3 de abril el diario Clarin entrevistó al Decano de la Facultad de Arquitectura, Arq. Carlos Sallaberry, con el objetivo de conocer su trayectoria, sus trabajos y los motivos que lo llevaron a elegir su profesión. |
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Nota publicada en el diario Clarín
Martes 3 de abril de 2007 |
Amable y distendido. Así es Carlos Sallaberry, miembro del estudio M|SG|S|S|S desde hace 37 años y dedicado a la dirección de obra. Para Sallaberry “ser director de obra es como ser un conquistador. Llegás a un lugar, tierra virgen, plantás una bandera y vas construyendo”, explica. Y agrega que para evitar problemas en esta especialidad lo ideal es tener buenos planos y ejercer presencia. “La dirección de obra no se hace a la distancia. Hay que estar en el día a día”, dice.
Para él, lo mejor es que el proyectista sea el que dirije la obra ya que podrá interpretar al dedillo lo que no figura en los planos. Y en el caso que el proyecto sea de otro afirma que “el director de obra deberá tener la franqueza de, en caso de faltar información en los planos, pedir que los modifiquen”.
Cuando se le pregunta sobre las obras que más placer le dio proyectar y dirigir no duda: el natatorio de Mar del Plata.
“Existió un gran trabajo de gestión y también de proyección. Había que decidir la cubierta debido a los fuertes vientos de la zona con un lapso muy corto de entrega. Fue agotador pero al final todo salió bien, fue una fiesta, como lo es el deporte”, asegura este hincha de San Lorenzo, también responsable de la remodelación del estadio de Boca Juniors.
Su interés por la arquitectura comenzó luego de un fallido intento por estudiar ingeniería. “La matemática y la física no eran lo mío, así que duré dos meses en la cursada”, agrega Sallaberry, quien confiesa no tener antecedentes familiares como arquitecto, solo el padre de un amigo, al que le miraba sus dibujos de reojo.
Aunque parezca difícil de creer, Sallaberry -actual decano de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo- tuvo un traspié en los comienzos de su carrera universitaria. “Hice el examen de ingreso a la UBA en 1962 y no lo aprobé. Cursé como oyente y al año siguiente volví a rendir y ahí entré”, declara este ávido lector de todo lo que tenga relación con la arquitectura.
Con respecto a sus primeros años de labor, corrían fines de los años sesenta cuando Sallaberry conoció al hoy célebre Rafael Viñoly. El arquitecto uruguayo, que por entonces trabajaba junto a Flora Manteola, Javier Sánchez Gómez, Josefa Santos y Justo Solsona, le hizo la proposición de integrar el estudio. Y Sallaberry no dudó en aceptar el ofrecimiento.
“Las primeras obras que realicé fueron las que más disfruté por el desafío que representaban como, por ejemplo, el banco Ciudad donde la aplicación del ladrillo de vidrio, era algo novedoso para la época”, explica.
A Sallaberry le interesan las obras diferentes, en aquellas donde cada día aprende algo nuevo, como por ejemplo los aeropuertos. “Me convertí en un investigador. Cuando viajo voy con mi cámara digital para fotografiarlos. Creo que los arquitectos jamás deben dejar de informarse de los adelantos de la tecnología”, finaliza.
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