Estudiantes investigan cómo vivir en la Reserva Ecológica

Estudiantes investigan cómo vivir en la Reserva Ecológica

Daniel Silberfaden, Decano de la Facultad de Arquitectura, explica el proyecto de los alumnos para crear viviendas y lugares de trabajo dentro de la Reserva Ecológica. Leer nota digital



Estudiantes investigan cómo vivir en la Reserva Ecológica

El año pasado, la misión de un grupo de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Palermo (UP) fue la de proyectar viviendas y lugares de trabajo para doscientos científicos y sus familias en la Reserva Ecológica. 

El objetivo principal fue imaginar cómo podría vivir una comunidad en un ambiente natural altamente vulnerable produciendo el menor daño posible. 

La condición era que la construcción debería generar la energía eléctrica, disponer ecológicamente de los residuos y hasta potabilizar el agua que consumiría la comunidad. 

Casi media docena de equipos investigaron sobre generación eléctrica eólica y solar, sistemas sustentables de manejo de residuos cloacales y el aprovechamiento de la basura, además de tipos de construcción que produjeran la menor huella de carbono posible para aplicarlos en el proyecto. Los resultados fueron variados. 

Cada trabajo partió de una posición ideológica diferente frente al que consideraron la pregunta clave: ¿Cómo construir en un “santuario natural”? 

Todos los años, la Facultad de Arquitectura de la UP toma un lugar de la Buenos Aires para que los alumnos hagan sus proyectos, como una manera de contribuir al conocimiento de la Ciudad. El año pasado, el tema fue la relación con el río y de así nació el ejercicio en la Reserva Ecológica. 

“La ribera es una zona desconocida para la mayoría de los habitantes de Buenos Aires. Un umbral entre tierra firme y el río de casi 2.000 hectáreas separadas de la Ciudad por una serie de estructuras de servicios superpuestas, zonas vedadas por uso o por memoria”, señala Daniel Silberfaden, decano de la Facultad de Arquitectura de la UP. 

Aunque la iniciativa de trabajar en la Reserva podía resultar polémica, los docentes le vieron enormes ventajas pedagógicas. “Un entorno tan singular obligó a que los alumnos repensaran todas las variables del proyecto y abandonaran respuestas automáticas que en ese contexto carecían utilidad”, señala Oscar Padrevecchi, uno de los profesores a cargo de este curso. 

La Reserva Ecológica nació a fines de los 70 sobre los depósitos de escombros y tierra que se originaron con las demoliciones que demandó la construcción de las Autopistas Urbanas y la prolongación de avenidas como la 9 de Julio, Independencia y San Juan. El proyecto original de la Dictadura Militar era crear en ese lugar una ciudad administrativa separada de la Ciudad. 

La iniciativa perdió continuidad y décadas de abandono permitieron que se produjera una “reconquista natural” del lugar. Hoy, la Reserva es el “santuario” de vida silvestre más importante de Buenos Aires. 

El ejercicio se inspiró en uno de los trabajos ganadores del concurso 20 ideas para Buenos Aires de 1986, desarrollado por el equipo de Tony Díaz, Luis Ibarlucía, Gabriel Feld, Roberto Gil, Manuel Fernández de Luco, María Isabel San Vicente y Daniel Silberdaden, hoy decano en la UP. 

“El trabajo del curso es una oportunidad para integrar un patrimonio subutilizado de 400 hectáreas, una península artificial nacida hace poco mas de 40 años, donde todo parece prohibido incluso opinar”, señala, sin dejar de señalar que el ejercicio abre un campo para proponer consensos. 

El proyecto de los 80 proponía la parquización del área con zonas silvestres y otras de uso. Además, sumaba un área habitable de casi 8 manzanas sobre el río. 

En esta oportunidad, en lugar de urbanizar el área, muchos alumnos planificaron sus aldeas científicas en tierra, pero sobre pilotes para “pisar” la Reserva lo menos posible. Otros prefirieron construir sobre muelles, en el agua, o directamente desarrollar estructuras flotantes. 

Para garantizar el contacto de estos habitantes con la ciudad se proyectaron desde tranvías eléctricos que generaran su propia energía y corrieran elevados sobre la Reserva, hasta funiculares, monorrieles y servicios de lanchas colectivas, como las que se usan en Tigre. 

Pero el problema de cómo hacer pie en la Reserva no fue solo de índole arquitectónica, también había que pensar la forma de construir allí produciendo un daño mínimo. 

“Los alumnos desarrollaron estrategias de prefabricación que abarcaron desde el empleo de astilleros de Dársena Sur y la Boca hasta obradores en El Tigre, contando con el transporte de las piezas mediante barcazas para ser montadas en el lugar”, explican los docentes. 

Los proyectos tuvieron en cuenta que estos conjuntos de viviendas para la comunidad científica (800 personas en total) podían ser replicados hasta darle cabida a 6 mil habitantes. 

Nunca pasó inadvertido el dato de que en la Reserva ya viven 4.500 personas. Los proyectos consideraron la manera de mejorar las viviendas de la villa Rodrigo Bueno dotándolas de las cualidades sustentables que proponían para el resto.