Cambio sustentable en la Universidad

Autor: Burton R. Clark
Profesor de la Universidad de California, Los Ángeles

  • Descripción del libro
  • Sobre el autor
  • Presentación en la UP

Una propuesta de profundización de las transformaciones necesarias en la universidad para superar el desafío de responder a las nuevas demandas sociales.

¿Qué se puede hacer para garantizar que las universidades se encuentren bien posicionadas para afrontar los retos de la rápida evolución del mundo del siglo XXI? Con esta pregunta Burton Clark realiza un profundo estudio en donde ofrece una mirada sobre cómo iniciar un cambio y continuar los valores académicos tradicionales en los tiempos que corren.

¿Qué se puede hacer para garantizar que las universidades se encuentren bien posicionadas para afrontar los retos de la rápida evolución del mundo del siglo XXI? Esta es la pregunta central que dirige el desarrollo de toda la obra. Para responderla, Burton Clark realiza un profundo estudio de 14 casos de instituciones del Reino Unido, Europa, Australia, América Latina. África y Estados Unidos. Ofrece una visión conceptual sobre la forma de iniciar y sostener el cambio en las universidades, y un modelo que logra combinar la transformación con la continuidad y los valores académicos tradicionales con los nuevos valores de gestión.

La investigación continúa su reconocido trabajo publicado en 1998, “Creating entrepreneurial universities” que forma parte de la Colección de Educación Superior de la Asociación Internacional de Universidades. A partir de prototipos fuertes y diversos, el autor busca encontrar el estilo característico de las universidades emprendedoras: “La dirección institucional tiene cada vez más fuerza que la determinación estatal; así, en las realidades emergentes del siglo XXI, la universidad emprendedora ofrece un modelo dinámico de cómo lograr que la universidad sea más independiente en los tiempos que corren”.

Esta obra es una lectura esencial para los administradores universitarios, profesores, estudiantes e investigadores en el análisis de la educación superior y de las políticas educativas en todo el mundo.

Burton R. Clark
Profesor de la Universidad de California, Los Ángeles

Sociólogo de la educación superior, ha enseñado e investigado en las cinco principales universidades de Estados Unidos: Stanford (1953-1956), Harvard (1956-1958), Berkeley (1958-1966), Yale (1966-1980) y UCLA (1980-1991), en donde permaneció como profesor emérito hasta su fallecimiento. La investigación que realizó durante cuarenta años colaboró con el desarrollo de toda una rama de estudios sobre la organización y coordinación de las universidades. Entre sus obras más conocidas destacan "La vida académica: pequeños mundos, mundos diferentes" (1987), "El Sistema de Educación Superior” (1984), “Delineando las características de una universidad Emprendedora” (2004) y “Sobre Educación Superior: obras selectas 1956-2006”.

Carlos Marquis y Eduardo Rinesi participaron de la presentación del libro “Cambio sustentable en la universidad”, de Burton R. Clark, reconocido especialista en sociología de la educación y profesor emérito de la Universidad de California.

Una de las ideas que presenta el autor en su libro es que las universidades cumplen su función social si ofrecen calidad en lo académico y en la investigación. ¿Qué opinan al respecto?

Carlos Marquis:
Burton Clark es uno de los intelectuales que más claramente instala la educación superior como objeto de investigación. En “Cambio sustentable en la universidad” introduce, entre otras, las siguientes temáticas: la autonomía de las instituciones de educación superior, el financiamiento y sus funciones prioritarias: investigación y docencia. Clark se refiere a la autonomía financiera, la dirección y los liderazgos, y uno de los tópicos que considero más relevantes es este cambio de centralidad, pensando en el vínculo de la universidad con la sociedad en la cual está inmersa, donde la investigación sigue siendo una actividad prioritaria, pero de ninguna manera excluyente y donde la transferencia de conocimiento tiene cada vez más un protagonismo relevante e interesante. Clark centra su mirada en los actores de las instituciones y en los productos de esos actores, no con quienes estudiamos y discutimos las teorías y políticas universitarias, sino con los que hacen la universidad generando un conocimiento que se apoya en aquello que sus investigaciones producen.

Eduardo Rinesi:
Se trata de un libro producido por un investigador que al mismo tiempo busca desarrollar planificaciones de políticas. Existe una idea general, una militancia, un valor positivo, algo por lo que el libro pugna, que es la adaptación de las universidades a las demandas del medio. El autor promueve el cambio y aquellos que no defienden esta postura son identificados como “los tradicionalistas defensores del statu quo”. Este punto merece una revisión. Es necesario preguntarse si aquello que las universidades deben hacer es ajustarse al mundo e ir en dirección de la corriente o si, como instrumentos críticos, no tienen que plegarse dócilmente al funcionamiento del mundo. A su vez, cabe destacar la discusión sobre la necesidad de un gobierno central fuerte en nuestras universidades, opuesto al riesgo de fragmentación en múltiples espacios, que posiblemente vuelva menos ágil ese gobierno y más burocrática o más lenta la toma de decisiones y más compleja la adaptabilidad. Por otro lado, la autonomía de la universidad no está amenazada, solamente, por las fuerzas del Estado, sino por el mercado y por los propios intereses que habitan en el interior de las propias universidades. Este libro no indica de qué manera considera la educación, pero la ley vigente en la Argentina sí lo explicita: como un bien público. Por primera vez en la historia, la educación puede ser pensada no sólo como un bien público, sino como un derecho tendencialmente universal. La educación superior puede ser pensada como un derecho efectivo, concreto y material. Asimismo, considero problemática la tesis de Burton Clark según la cual la competencia entre las universidades es un estímulo para la potenciación de sus posibilidades. De acuerdo con mi experiencia, eso no sucede, sino que la cooperación es lo que más potencia la posibilidad de desarrollo de las universidades y lo que permite pensarlas como sistema. Clark habla de lograr que las universidades desarrollen lo que llama una “autonomía pro-activa”, que sean independientes del Estado para decidir todo: su rumbo institucional y su política académica y científica.

¿Qué opinión les merece esta postura?

Carlos Marquis:
A lo largo del siglo XX, el sistema político argentino sufrió interrupciones, golpes militares, rupturas de sus procesos constitucionales, etcétera, y en las universidades nacionales hubo frecuentes intervenciones gubernamentales, ruptura de su autonomía y de su estabilidad y calidad académica. Por todo ello, a lo largo de la historia, las universidades han tenido la actitud de defenderse de la intervención estatal centrándose, protegiéndose y, en oportunidades, encerrándose en sí mismas. Como es sabido, desde la recuperación de la democracia, las universidades han consolidado su autonomía y capacidad de tomar decisiones en cuanto a sus orientaciones y prioridades. Además, en los últimos años el Estado ha incrementado fuertemente la inversión pública en materia de educación superior, ciencia y tecnología, lo que coadyuvó a la modificación de la relación de los profesores con el Estado, que pasó de ser un ámbito de hostilidad a ser un espacio de pertenencia. Pero así como el Estado es un interlocutor válido y un sostenedor en muchos aspectos, también el resto de la sociedad es importante para la vinculación y el estímulo de la vida universitaria. La inercia de la universidad para adaptarse al mundo cambiante no es solamente una virtud respecto de la profundización del pensamiento, sino también una dificultad y un cuidado de los espacios ocupados por los diversos sectores socioculturales. Como toda organización social compleja, la universidad discute permanentemente sus formas de gobernarse. Tal como indica Burton Clark, se observaba que el liderazgo no es solamente un actor –rector, jefe o director–, sino que puede ser colectivo, de conjunto. En instituciones tan complejas como estas, soy participe de promover formas de gobierno que se desempeñen con el mayor pluralismo, y también con eficacia y transparencia.

Uno de los elementos que menciona Clark es la diversificación de las fuentes de financiamiento: las universidades salen a buscar recursos en escenarios en los que la financiación del Estado está ausente o es muy poca. ¿Están de acuerdo con esto? ¿Cómo lo ven en la Argentina? 

Eduardo Rinesi:
Hoy el Estado no amenaza nuestras libertades y derechos, sino que tiende a garantizar una cantidad creciente de derechos. Sin embargo, que uno pueda, adicionalmente, recurrir a otras fuentes de financiamiento no me parece desaconsejable. En mi universidad hay líneas de financiación que provienen del exterior, de instituciones multiestatales que trascienden los límites del país. También hay cámaras empresarias. Nosotros tenemos un instituto que se ocupa de los problemas de la industria, que interactúa de modo muy dinámico con grupos empresarios a los que presta servicios diferentes y con los que tenemos sistemas de pasantías rentadas y no rentadas. No creo que sea necesario demonizar cualquier otro tipo de intervención y está claro que en el sistema de universidad pública que estoy pensando queda descartada una de las tres fuentes de ingreso, que son los aranceles que paga el estudiante –algo que sí considera Burton Clark–. En las universidades públicas argentinas no hay aranceles; en la nuestra, además, destinamos una parte importante del presupuesto –el 4 %- a becas para estudiantes. Una parte de nuestro estudiantado no solamente no paga por estudiar, sino que cobra por hacerlo. Para muchos, la vida sería muy compleja sin ese mecanismo.

Carlos Marquis:
Diversificar las fuentes de ingreso es saludable para cualquier institución, el apoyo a la innovación productiva nacional y local me parece estratégico y mejor aún si esto genera una fuente de ingreso para la universidad. Creo que la universidad tiene que buscar ese tipo de relación con los sectores productivos públicos y privados de la manera más fluida posible. La estructura institucional tiene que tener una flexibilidad mayor para sus vínculos y transferencia de conocimiento de las universidades a la sociedad. Cuando se discutió la Ley de Educación Superior vigente, estaba muy presente la discusión sobre las becas y los aranceles. Había argumentadores fundamentalistas de un lado y del otro. Esos son los extremos en la discusión que se zanjó en la ley autorizando a cobrar aranceles si así lo decidían las máximas autoridades y sólo si esos recursos eran destinados a becas. Muy pocas universidades estatales lo hicieron y no sé si algunas aún lo sostienen. Pero el tema del arancel no es una cuestión religiosa ni fundamentalista, es un derecho social, civil, una inversión pública de altos retornos a la sociedad y promotora de la inclusión social. 

Una de las ideas que presenta el autor en su libro es que las universidades cumplen su función social si ofrecen calidad en lo académico y en la investigación. ¿Qué opinan al respecto?

Eduardo Rinesi:
En el sistema universitario argentino de los últimos años del siglo pasado hubo un vigoroso esfuerzo por incentivar la investigación. Aparecieron los programas de estímulos, y, progresivamente, el conjunto de incentivos económicos y curriculares asociados llevó a que muchos de nosotros empezáramos a pensar que la parte buena de nuestro ser era la que estaba descripta por la palabra “investigador” y la parte mala, gravosa, aburrida y costosa era la asociada a la palabra “docencia”. Comenzamos a privilegiar mucho la investigación. Entonces, creo que ha llegado el momento de pensar seriamente en lo siguiente: no estuvo mal incentivar la investigación en una universidad que –en efecto– investigaba poco. Creo que la consecuencia de eso fue una elevación imaginaria y simbólica de la función investigativa y del modo de representarnos nuestra propia vida y una degradación de la función de docencia que hoy nos exige volver a ubicar en primer lugar la función de la docencia. Yo estimularía e incentivaría a las autoridades nacionales a hacer esto. Un cierto general de la historia argentina decía que el órgano más sensible del cuerpo humano era la billetera, quizá haya que empezar por allí y producir estímulos de ese tipo, y no solamente honoríficos o curriculares, para que nos tomemos en serio que somos profesores universitarios y no investigadores que un par de horas por semana le hacemos el favor al Estado de enseñar algo de lo que sabemos.