Tato Young: “Hay cosas que los periodistas nunca vamos a saber”

Tato Young: “Hay cosas que los periodistas nunca vamos a saber”

“Muchas veces no sabés qué es verdad y qué es mentira. Porque, para los espías, la verdad no es un valor; lo único que les importa es el fin de lo que están buscando”. De esta manera, Gerardo Tato Young resume su experiencia como un periodista que ha puesto al descubierto un submundo casi desconocido y hasta temido: el de los servicios de inteligencia.

        En una charla con Pablo Mendelevich, director de la carrera de Periodismo, Tato Young describió qué lo llevó a interesarse por los “servicios” y, también, cómo desarrolla su exitosa labor en radio, donde combina entretenimiento y análisis de la actualidad.

—¿Cómo fue que te interesaste por los servicios de inteligencia?

—Todo empezó cuando cubrí el caso Cabezas para Clarín. Ahí vi la conexión entre política y crimen, y conocí a espías y a la “maldita policía”. Después cubrí el atentado contra la AMIA, un caso donde operaban los “servicios”. Entonces, me llamaron de editorial Planeta para escribir un libro sobre un tema sobre el que no se había publicado nada.

—¿Cómo hacés para saber qué es verdad y qué es mentira en ese submundo?

—Es muy importante considerar los expedientes judiciales, tener un contexto que le brinde credibilidad a la información y dudar siempre, porque esos datos están casi siempre contaminados. Creo que tenemos que acostumbrarnos a que hay cosas que los periodistas nunca vamos a saber. Somos observadores lejanos de la cosa real.

—¿Qué te parece que es lo que nunca vamos a conocer?

—Por ejemplo, cuánto cobran los políticos. En la época de Carlos Menem, recibían sobresueldos de la Secretaría de Inteligencia (SIDE). Incluso, había registros contables. Y manejaban efectivo, porque llevaban la plata en carretillas desde el Banco Nación, que está enfrente de la SIDE. Ya no es así, pero me sigo preguntando: ¿De qué viven los ministros? Es un misterio, ¿no?

—¿Cuántas veces te embaucaron con una información?

—Al principio, mucho. Por ejemplo, el juez de la causa AMIA y el jefe de la SIDE me mentían. Además, había periodistas que trabajaban para los “servicios” y recibían un sueldo a cambio. Después, con la tecnología, la filtración de mails o de datos personales ayuda bastante. Igual, siempre hay que corroborar todo.

—Entonces, ¿cómo te manejás con tus fuentes?

—Tengo fuentes de hace 20 o 25 años y me siguen mintiendo (risas), pero yo me doy cuenta cuando me mienten. Uno trabaja de esto, porque aprende a darse cuenta. Aunque, es cierto que ahora muchos periodistas compran lo que quieren.

“Tengo fuentes de hace 20 o 25 años y me siguen mintiendo, pero yo me doy cuenta cuando me mienten”. 

—Escribiste que Mauricio Macri estuvo a punto de desarmar la AFI.

—Sí, estuvo a punto de desarmar la AFI y la justicia federal. Sin embargo, no solo no lo hizo que se valió de ambas. Macri siempre tiene dos caras. Lo único que le reconozco a este gobierno, que es espantoso, es que la AFI no hace macanas. Es un organismo vetusto, lleno de ñoquis que no saben nada, pero no molesta.

—¿Cómo fue tu relación con Jaime Stiuso?

—Stiuso fue un personaje central en mi carrera hasta creo que ayudé a convertirlo en un “gran personaje”. Era el más sagaz de los espías. Es más, si no se hubiera peleado con Stiuso, Cristina Kirchner hoy tendría menos problemas judiciales. Porque la política delegó en Stiuso el “trabajo sucio”. Era un inmoral. Y eso son los espías.

—Hablamos de Stiuso y eso me lleva al fiscal Nisman, ¿lo mataron o se suicidó?

—En efecto, Nisman trabajaba para Stiuso. Habían armado una “carpeta de inteligencia” y el fiscal la convirtió en una causa judicial. Nisman era muy frágil y se quedó sin la protección de Stiuso, tenía un expediente flojo de papeles, problemas personales serios… Y, por supuesto, está la escena de la muerte. La primera pericia dice que en el departamento no entró nadie. Además, escribió algunas cartas a manera de despedida y le pidió el arma a Lagomarsino. A mucha gente le parece lógico que lo hayan matado, pero, para mí, es improbable.

—¿Los periodistas siempre dicen todo lo que saben? ¿No se quedan con algún dato guardado?

—Yo no sé mucho más de lo que digo. Es cierto que, a veces, tenemos que evitar decir ciertas cosas porque, sin pruebas, te pueden hacer un juicio. Volviendo a lo anterior, estoy seguro de que los políticos no viven de su sueldo, pero no tengo pruebas. Entonces, los periodistas no sabemos mucho más de lo que decimos. Tenemos chismes y rumores, pero esas no son noticias.

—En el programa Encendidos en la tarde, hacés una fusión de análisis con entretenimiento. Contame de esa experiencia.

—La radio es entretenimiento. Cuando empecé con María Esther Sánchez y Rolo Villar, un capocómico de la radio, sentí un poco de miedo. Entonces me dijeron: “Tenés suerte, a Rolo siempre lo van a querer y por eso también te van a querer a vos”. La radio me gusta, me divierte mucho. El periodismo no trata solo de voltear ministros.

—Pero el entretenimiento está asociado con lo superficial, ¿no te causa un conflicto?

—Al principio sí, pero ahora me resulta más natural. Podés hacer bromas, parar la pelota, cambiar el tono y cambiar el tipo de información. La gente se da cuenta cuándo estás hablando en serio y cuándo no. La radio debe tener distintos planos: momentos divertidos, serios, emocionales o que permitan contar una historia, por ejemplo.

—¿En la televisión cómo te sentís?

—La verdad, la tele nunca me terminó de convencer. En la televisión tenés que ser muy enfático, sobre todo ahora, con la famosa grieta. Hice y volveré a la tele, porque te da visibilidad, pero es bastante grotesca.

Minibio

Nació en 1972 y estudió periodismo en TEA. Entre 1994 y 2010 trabajó en varias secciones de Clarín, en especial en Policiales y Política. En 2006 publicó su primer libro SIDE, la Argentina secreta, a los que siguieron, entre otros, Código Stiuso, El libro negro de la Justicia y Los horribles. Ahora es uno de los conductores de Encendidos en la tarde y Volviendo a casa, por Radio Mitre.