Más cooperación, menos confrontación: los desafíos institucionales de Macri

El profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho UP, Lucas Arrimada, sostiene que el reto del nuevo gobierno es reducir la confrontación cultural e institucional.

Por Lucas Arrimada

El presidencialismo incentiva la confrontación en gobiernos divididos. El reto del nuevo gobierno es reducir la confrontación cultural e institucional.

1. El nuevo presidencialismo dual. El triunfo de la fórmula de Mauricio Macri y Gabriela Michetti en la segunda vuelta presidencial abre un escenario novedoso para la democracia argentina y para su sistema político: Alternancia y gobierno dividido.

El gobierno dividido en un presidencialismo como el que estructura la Constitución Nacional, especialmente después de la reforma constitucional de 1994, tiene varios aspectos atractivos. En especial, después de una etapa de presidencialismo fuerte con un Congreso afín, una retórica marcada con tendencias extremas y confrontación mediática constante.

Sin embargo, también tiene aspectos no tan atractivos: El escenario de una posible confrontación parlamentaria, gobierno por decreto ante una indeseable parálisis institucional, e incentivos al enfrentamiento desgastante.

El presidencialismo tiene una estructura republicana de gobierno centralizado con dos posibles escenarios en el que los jugadores se pueden configurar. Si las elecciones consolidan el gobierno alineado con el Congreso, el Poder Ejecutivo como estandarte controla todo el poder, organizando al frente o partido político que lo llevó al gobierno y eso aliviana los escasos frenos institucionales. Es más, eso puede permitir neutralizar todos los frenos y contrapesos. Esto consolida formas de juego institucional de baja calidad: republicanismo autoritario, democracia delegativa y/o populista.

2. Los escenarios políticos: ¿Cooperar o confrontar? Si las elecciones –en este caso gracias a un ballotage y a la alta dispersión de las elecciones legislativas— generan un gobierno dividido con Presidente sin mayorías propias en el Congreso, con una liga de gobernadores preocupados por la gobernabilidad y necesidades mutuas, esto permite avizorar dos nuevos escenarios de gobierno dividido: Un escenario de cooperación o uno de confrontación.

Por un lado, en el escenario de cooperación, la habilidad del nuevo presidente y de su fuerza política para seducir a la oposición federal y parlamentaria al efecto de cooperar en el nuevo marco será fundamental. Existen varios incentivos a la cooperación (1) en la transición. Presupuesto, gobernabilidad, agenda anticorrupción, causas judiciales, etc. No son muchos pero deben ser capitalizados con inteligencia con las capacidades retóricas, mediáticas y políticas del Ejecutivo y sus equipos de gobierno.

Seducir, negociar, tender puentes en un gobierno dividido es vital. Especialmente, aprendiendo de graves errores políticos de etapas anteriores en gobiernos fragmentados como el de De la Rúa. Este gobierno equilibrado de consensos trasversales es tan atractivo como infrecuente en nuestra cultura política personalista e hiper-presidencialista.

Por otro lado, está el escenario opuesto, el de los incentivos a la confrontación (2), que muchos han sufrido, especialmente antes y después de quiebres institucionales como 1989 y 2001/2002. En el pasado, esas crisis de las democracias delegativas han consolidado gobiernos que concentraron poder desde lo institucional o desde la hegemonía política. La puja distributiva hoy no permite hablar de un líder delegativo ascendiendo sino de una lógica de confrontación para radicalizar las debilidades del gobierno en un contexto económico adverso. Fomentar la confrontación es un incentivo para la oposición parlamentaria pero sería un error mortal para el oficialismo.

En un contexto de contracción económica la capacidad de construir bajo la retórica republicana es mucho más necesaria que en tiempos de mayorías legislativas y crecimiento a tasas chinas.

El ballotage dejó un resultado ajustado pero también una sociedad estable. El contexto de la economía es delicado y recesivo pero no irremediablemente explosivo. El futuro del presidencialismo con gobierno dividido dependerá de la habilidad política de todo el arco político, pero especialmente de la capacidad de construcción del Presidente y su entorno.

El desafío del gobierno de Macri está en repetir vicios institucionales o cambiar los incentivos del viejo presidencialismo.