Agustina Ramón: “Hay personas que, en algunos casos, solo quieren que una deje de existir”

Agustina Ramón. Abogada y docente de la U. de Palermo. Investigadora del Centro de Estudios de Estado y Sociedad.



El Consorcio Latinoamericano contra el aborto inseguro (Clacai) organizó en Lima un seminario sobre discursos de odio, la libertad de expresión y el avance de los populismos y los fundamentalismos religiosos. Agustina Ramón, una de las realizadoras, reflexiona sobre estos tópicos.

En el seminario se dijo que es necesario ser pedagógicos.

Tomando como ejemplo el aborto, el acoso y en general ciertas ideas feministas, en Argentina hubo mucho trabajo cotidiano. Nunca se subestimó el lugar donde se estaba, así tocara hablar en un servicio de salud donde había 20 profesionales. Los feminismos, a contra pelo de lo que se cree, siempre tuvieron una vocación de reflexión. Este diálogo ha sido siempre así. La diferencia es que ahora ocurre entre más personas.

En el contexto actual surgen mensajes antiderechos.

Hay muchos discursos violentos, cargados de odio hacia determinados grupos a los que se considera culpables de muchas desgracias sociales. Estos discursos de odio pueden capturar a personas que tienen preocupaciones más o menos entendibles. Hoy tenemos algunos líderes en la región que usan discursos de odio.

Se han institucionalizado…

Claro. Hay personajes como Bolsonaro que pueden tener discursos violentos, pero la diferencia es que él se presenta orgulloso de ello. Es desconcertante, pero no es que él manda un mensaje y le hacen caso. No hace falta buscar las conexiones materiales o institucionales entre ciertos grupos y ciertos líderes. La influencia no va por ahí.

Ocupan puestos de poder. En Perú, el presidente del Congreso se reúne con gente de Con Mis Hijos No Te Metas.

El peligro es real, pero una pregunta es: ¿cuánto vamos a obsesionarnos con estos personajes? Por supuesto, tienen mucho poder institucional o fáctico, pero nosotras también hemos ido ganando. Han ocurrido cambios sociales. Tenemos que concentrarnos en qué queremos hacer y no obsesionarnos con los discursos de odio.

Hay debate sobre la forma en que limitamos o no esos discursos. Algunos se amparan en la libertad de expresión.

Muchas leyes se han reformado con un énfasis penalizador. Eso no es extraño. En general, el Estado llega con facilidad a esa respuesta porque es rimbombante, contundente, relativamente poco costosa y parece tener buena recepción popular. Muchas respuestas pueden tener que ver con el Estado, pero no necesariamente con leyes, sino más con políticas públicas.

¿Cómo ve lo que viene?

En Argentina la ley no salió en la Cámara de Senadores, pero el aporte democrático que hizo el debate del aborto es enorme. Si se piensa que el aborto es algo que ocurrirá a buena parte de las mujeres, es un poco absurdo que el Estado solo tenga para decirnos que está penalizado. No aceptemos esa respuesta. En Perú, por ahora, es aborto terapéutico. Hablemos de eso con la gente.

Volver al inicio: hablar de cerca con la personas.

Exacto. Y eso requiere confianza ciudadana: confiamos en que podemos tener esta conversación, en que no me vas a dar solo gritos y prejuicios.

¿Pueden ser interlocutores quienes promueven mensajes de odio?

Yo no creo que se pueda conversar con todo el mundo. Parece una conclusión triste, pero es aceptar que hay personas que no quieren conversar. Hay personas que, en algunos casos, solo quieren que una deje de existir.

Por Fernando Leyton.