Balances de fin año: son útiles, pero hacerlos mal es peligroso

Denise Benatuil, Directora de la Licenciatura en Psicología UP, comenta sobre la costumbre de realizar balances personales de fin de año y el impacto que tienen en la salud si son mal realizados. Leer nota digital



Tres escenas que ocurrieron esta semana: 
– Mariana T. llegó a la oficina y dijo: “Quiero que termine este año ya. Fue un desastre: sigo en el mismo trabajo, ganando lo mismo y yo, que quería tener un hijo, no tengo ni novio”. 
– Noelia P. pasó el domingo encerrada en su departamento de Villa Crespo buscando desesperadamente cursos de inglés de verano “para sentir que este año hice algo”. 
– Federico se prendió un cigarrillo y dijo: “Otro año más en el que tampoco dejé de fumar”. 

Llega esta época del año y empezamos a hacer balances. Pero ¿sirven? ¿O sólo son útiles para torturarnos? Psicólogos expertos en manejo del estrés consultados por Clarín aseguran que tendemos a centrar los balances en los aspectos negativos –todo lo que no se logró- y que eso puede disparar problemas de salud. Además, revelan cuáles son las estrategias para sacarle provecho a los balances. 

“Pareciera que uno quiere terminar todo antes del 31, como si después se acabara el mundo. Esa urgencia incrementa la ansiedad y cuando uno está muy ansioso no tiene una mirada equilibrada y profundiza el sesgo negativo. Entonces no ve la escena completa y sólo repara en lo que no funcionó”, dice Denise Benatuil, Doctora en Psicología, especialista en manejo del estrés y Directora de la licenciatura en Psicología de Universidad de Palermo

Adriana Alonso, especialista en psicocardiología de la Fundación Cardiológica Argentina, sigue: “Los balances sirven en la medida en que uno pueda comprender que no tiene sentido usar esas cosas que no se lograron para castigarnos, pero sí pueden servir como disparadores para volver a replantearse el objetivo que se quiere lograr. Si uno sólo se queda con lo que no logró puede aparecer mucha ansiedad, angustia y estrés, que es la presión que sentimos cuando estamos con la alarma encendida. Puede aparecer también lo que se conoce como ‘depresión de fiestas’”. Sería así: “Otro año en que no pude dejar de fumar solo”/”Este año voy a pedir ayuda a un profesional y a mi entorno para dejar de fumar”. 

¿Qué se hace entonces con todos los “no hice” y “no pude”? “Lo que hago con mis pacientes es tomar eso negativo y tratar de transformarlo en positivo. Por ejemplo, una paciente decía que había sido un año terrible porque se había separado. Hasta que pudo comprender que separarse había sido una elección y que, antes de separarse, ella padecía las fiestas porque él no quería pasarlas con ella y su familia. Así logró ver que estaba viviendo el duelo normal por la pérdida pero que había situaciones que ya no iba a volver a padecer”, ejemplifica Alonso. 

La idea entonces, es usar los balances para ver “cómo nos plantamos en el presente, qué modificamos hoy, cómo reforzamos los aspectos positivos del año y qué hacemos diferente para modificar lo negativos”, sigue Fernanda Giralt Font, psicóloga y directora de “Ineco bienestar”. “Es que el bienestar se construye, no viene dado y hay cosas que se pueden hacer para estar mejor. Por ejemplo, expresar gratitud: tomar la decisión de, terminado el año, decirle gracias a las personas a las que estamos agradecidos. También, desarrollar el optimismo y las emociones positivas, practicar la amabilidad, cuidar las relaciones sociales, tratar de vivir en el presente y fijar objetivos alcanzables para el año que empieza”. 

De hecho, desafiar los pensamientos negativos que nos vuelven “quejosos crónicos” puede ser una gran meta para el año que comienza: “La idea es identificar cuándo uno está teniendo un pensamiento negativo y ver qué otras formas posibles tiene de interpretar esa misma situación. Por ejemplo: pasó alguien conocido y no te saludó, asumís que no quiso saludarte y eso dispara ansiedad, malestar, frustración, angustia. Si uno detecta que es sólo un pensamiento negativo y se pone a pensar que puede ser que no nos haya visto o que haya estado distraído, puede evitar todo ese malestar”, dice Giralt Font para describir lo que se conoce como la famosa “mente rumiante”. Se puede, entonces, aprovechar el balance de fin de año con el objetivo de apuntalar el que comienza. “Una es llevar el balance al papel. Por ejemplo, hacer una lista de dos columnas con lo bueno y lo malo del año. Uno tiende a pensar en forma dicotómica (“fue el mejor año de mi vida” o “fue un desastre”) y llevarlo al papel sirve mucho porque le saca la inmediatez del pensamiento automático y ayuda a reflexionar. Así, el ‘no logré nada’ se vuelve relativo”, sigue Alonso. “Esa lista también servirá para planificar el año que empieza: si viéndolo escrito uno ve que logró algunas cosas pero lo que no logró se convirtió en lo más importante, habrá que ponerlo primero en la lista de los nuevos objetivos y a eso dedicarle todas las energías”.