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Pablo Mendelevich expuso en el Congreso de la Nación
Sección: Política Internacional / Página 21
Publicación: Viernes 8 de Agosto de 2008
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Autor: Alejandro Di Giacomo
Coordinador de la Carrera de Periodismo de la Universidad de Palermo
 
Los atletas estadounidenses, aunque a riesgo de perder su dominio en el tope del medallero olímpico en el plano deportivo, serán "embajadores de la libertad" durante los Juegos de Pekín. Así lo aseguró George W. Bush, que estará presente en la ceremonia inaugural, una vidriera imperdible con una audiencia mundial estimada en 3.900 millones de espectadores. El presidente francés Nicolas Sarkozy también decidió asistir a la fiesta, a pesar de que no será bien recibido por sus duras críticas al gobierno chino y sus simpatías con los tibetanos. Otros que tienen asegurado lugares en los palcos VIP son el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda, y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien tendrá como misión.defender la candidatura de Río de Janeiro para los Juegos de 2016.

EL USO POLÍTICO. "En Pekín, ustedes expresarán los valores más respetados de nuestra nación. Como embajadores de la libertad, representarán el amor de Estados Unidos por la libertad y la importancia que le otorgamos a los derechos humanos y a la dignidad humana", dijo Bush a sus deportistas. Las citas olímpicas siempre fueron una fuerte tentación para el mandatario. En 2004, el comité de campaña que trabajaba para lograr su reelección armó una publicidad con imágenes de la delegación de Irak y de Afganistán en los Juegos de Atenas, junto a un breve eslogan que mostraba al mandatario como paladín de la justicia en el mundo e insinuaba que la presencia de esas delegaciones tenía que ver con el rol protector de Estados Unidos en el mundo. Tímidamente, el Comité Olímpico Internacional (COI) protestó pero no por la utilización política sino porque el emblema de los aros olímpicos "sólo se puede mostrar cuando se pagan derechos de comercialización".
El seleccionado de fútbol de Irak conquistó un meritorio cuarto puesto en la cita en la capital griega y Bush tampoco dudó en afirmar públicamente que ese logro estaba sostenido por la acción militar de su país para derrocar a Saddam Hussein. "No somos su equipo y queremos que sus tropas se vayan", replicó valiente Salih Sadir, uno de los futbolistas iraquíes.

A la hora de utilizar los Juegos con fines políticos no parece haber demasiadas diferencias entre republicanos y demócratas. La campaña de Barack Obama para las elecciones presidenciales de noviembre incluye un gasto de cinco millones de dólares en espacios televisivos durante los Juegos de Pekín, para insertar mensajes proselitistas durante las transmisiones de la cadena NBC. La imagen del postulante negro será uno de los principales patrocinadores de la emisiones deportivas de la TV norteamericana, junto a las hamburguesas de McDonald's y la cerveza Anheuser Bus.

La seducción que ejercen los Juegos en ámbitos políticos no es nueva. En 1896, el príncipe heredero Constantino de Grecia y sus hermanos Jorge y Nicolás dejaron de lado el estricto protocolo y saltaron de las tribunas a la pista del estadio de Atenas para correr los últimos metros junto a Spiridon Louis, un humilde labrador que inesperadamente ganó el maratón de los primeros Juegos de la Era Moderna. Sesenta mil personas victorearon al improvisado atleta elevado al rango de héroe nacional, en una escena desbordada de nacionalismo, que la monarquía griega no desaprovechó. Desde los primeros Juegos, relanzados gracias al barón francés Pierre de Coubertin, la política se asoció al mitin deportivo. "Pida lo que desee, se lo ha ganado", le dijo el rey Jorge I solemne a Louis. "Libere a mi hermano que está preso por un robo inocente", musitó el campeón. "Es un hecho", respondió el monarca decidido a beneficiar al tímido deportista aclamado por las multitudes. Grecia vivía momentos difíciles y pudo organizar aquellos Juegos gracias al aporte de un millonario de Alejandría cercano al poder, George Averoff, transformado en el primer patrocinador de la historia olímpica moderna.

COMPLICIDADES. La cita de 1936 mostró también una grosera manipulación. Adolfo Hitler montó un festival ario y muchos fueron cómplices por permitirle el aquelarre, entre ellos Avery Brundage, entonces presidente del Comité Olímpico Estadounidense, que frenó las críticas de muchos compatriotas. "Los judíos alemanes están siendo bien tratados. El boicot no es una buena idea, el deporte debe quedar alejado de los problemas internos de Alemania", afirmó el dirigente, quien llegó a pedir que no se haga caso a "la conspiración judeocomunista" para frenar la participación de Estados Unidos en Berlín.

La Segunda Guerra Mundial sepultó por doce años a los Juegos, que renacieron en Londres 1948 para mostrar que Inglaterra estaba de pie, el mismo mensaje que entregaron los de Tokio 1964, cuando Japón desplegó su épico renacer y el deporte pareció pedir perdón en nombre de los Estados Unidos por las monstruosidades de Hiroshima y Nagasaki. Cuatro años antes, en Roma, en los primeros Juegos con transmisión televisiva a varios países en directo, el papa Juan XXIII apareció en la escena, bendijo la cita y reconcilió al cristianismo con el movimiento olímpico, desde que el emperador romano Teodosio 1, en el 395, los había prohibido por considerarlos paganos.

El conflicto árabe israelí se enredó en Munich 1972, cuando los alemanes buscaban cambiar la imagen que habían dejado en la nefasta justa de Berlín. El comando palestino Septiembre Negro aprovechó el efecto multiplicador de las transmisiones satelitales, secuestró a atletas y entrenadores is-raelíes, planteó exigencias y todo terminó con una grotesca acción de la policía germana, que causó once muertos en la delegación de Israel. "Los Juegos deben continuar", afirmó el estadounidense Brundage, ya convertido en presidente del COI en otra desafortunada e histórica irrupción. Unas horas de duelo fueron suficientes para demostrar dolor e indignación, los acuerdos comerciales exigían que las competiciones no se suspendieran, y así fue.

Los juegos del boicot se transformaron en espejo de la Guerra Fría. La invasión de la Unión Soviética a Afganistán, que llevó a los estadounidenses a entrenar a un joven llamado Bin Laden para que con sus tropas rebeldes impida la dominación comunista, derivó en que los Estados Unidos y sus aliados y subordinados se ausentaran en Moscú 1980. Lo mismo hicieron los equipos que representaban al mundo comunista en Los Ángeles 1984 y el deporte no tuvo Juegos unificados hasta Seúl 1988, los segundos en Asia, un emblema del crecimiento financiero y comercial de esa región.

DEL PODER POLÍTICO AL ECONÓMICO. Barcelona 1992 coincidió con el protagonismo que alcanzó España justo en la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América, con el democrático Felipe González demostrando el fin de la noche medieval en la que había caído España bajo el mando del dictador Francisco Franco, para insertar al país en la pujanza de Europa. Atlanta 1996, en cambio, evidenció el poder de las corporaciones, pues la edición del centenario olímpico que aspiraba albergar Atenas quedó en la ciudad sede de la Coca-Cola, uno de los principales socios del COI, y del imperio Ted Turner, dueño de los derechos de transmisión de esas competiciones.

La reivindicación para Atenas llegó en 2004, cuando albergó los primeros Juegos controlados por la OTAN. El mundo se había vuelto demasiado peligroso tras los atentados de Nueva York y Madrid, y la seguridad que rodeó al torneo desnudó las sensaciones del planeta. Sobrevino luego el atentado en Londres, el 7 de julio de 2005, justo un día después de que la ciudad fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2012.

China también agita los fantasmas de un ataque terrorista en sus Juegos, mientras reportes de la central de inteligencia estadounidense (CÍA) alienta los mismos temores, ahora con Bin Laden, del otro lado de la cerca. Las violaciones a los derechos humanos, los embates contra la libertad de expresión, la represión en algunas regiones que reclaman su autonomía como el Tibet y los coqueteos con el régimen genocida de Sudan echan sombras sobre los anfitriones de otro festín olímpico.

Igual habrá historia repetida. El presidente del COI, Jacques Rogge, volverá a decir que se vieron "los mejores Juegos de la historia". La ONU llamará a "la tregua olímpica". La comunidad internacional se maravillará con los logros de China y el deporte podrá jactarse, una vez más en 112 años, de haber logrado la paz, con el mensaje de amistad que enarbolan los Juegos. Lo que se dice un mundo feliz.

"Periodista de la agencia de noticias italiana ANSA, coordinador de la carrera de Periodismo de la Universidad de Palermo y autor de "La gloria que no fue", de editorial Capital Intelectual.
 
 
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