Quienes padecen trastorno bipolar pasan de un estado de ánimo a otro brutalmente opuesto, lo que les acarrea serios conflictos. La buena noticia es que la rehabilitación es posible
Existe un día en el que el negro más negro puede estallar en mil colores. Entonces, la pereza del desgano explota en aleteos frenéticos, muchas veces incontrolables. Ese día, el brillo encandila y todo puede pasar sin siquiera tomar conciencia de nada.
Tal vez esta escena figurada nos permita, al menos, aproximarnos a lo que puede llegar a sentir quien padece de trastorno bipolar (TB). En estas pocas líneas iniciales, que pueden parecer robadas de un cuento, no parece tan difícil tomar contacto con una experiencia tan dramática como intensa. Lo bueno es que este relato puede reescribirse y otra puede ser la historia. Para conseguirlo, salir en busca de información se convierte en el punto de partida más indicado. Se cree que en nuestro país, al igual que en el resto del mundo, el trastorno bipolar (la oscilación entre la depresión y la manía) alcanza del 1 al 5% de la población general. "El 10% de la demanda que hoy recibe el hospital son casos de bipolaridad", explica el doctor Aníbal Goldchluk, jefe de Consultorios Externos del Borda. "Este porcentaje -advierte el psiquiatra- es mayor en la población de pacientes que permanecen en tratamiento. Los bipolares son pacientes crónicos y necesitan algún nivel de asistencia a lo largo de mucho tiempo." Más allá de las estadísticas, que son escasas, sorprende saber que pueden pasar 10 años para dar con un diagnóstico certero de la enfermedad. "El diagnóstico específico correcto puede llegar a hacerse varios años más tarde del inicio de los síntomas afectivos -detalla el doctor Gustavo Vázquez, médico psiquiatra, experto en trastornos del estado de ánimo-. Esto se debe, principalmente, a que en un principio esta enfermedad suele ser confundida con la depresión unipolar (es decir, se cree que son sólo pacientes depresivos)."
En los últimos tiempos, se puso de moda hablar de "bipolaridad". Y, como en todas las modas, cuando se generaliza se pierde el eje de lo esencial. La "bipolaridad" no es una enfermedad o trastorno de quienes cambian de opinión o de bandera. Hoy, para muchos, tildar a alguien de "bipolar" es lo mismo que considerarlo un "panqueque". Pero nada más lejos de eso. Otra confusión habitual, para seguir derribando mitos, resulta de creer que los argentinos somos de naturaleza bipolar, por esta idea de que "somos una mezcla de la euforia del fútbol y la melancolía del tango". "En verdad, cualquier componente ciclotímico que pueda tener nuestro temperamento no nos define como bipolares -asegura Vázquez, profesor de la Universidad de Palermo-. Nuestra ascendencia inmigrante, principalmente europea, posiblemente haya contribuido a la conformación de nuestra base temperamental actual. Pero padecer de trastorno bipolar es otra cosa." Entonces, para ir dejando en claro algunas de las confusiones más vulgares y habituales, no es propio de la bipolaridad "dejar de ser de Boca para pasar a ser de River" ni "estar un día muerto de amor y al día siguiente ahogarse en alcohol para olvidarla".
Las cosas por su nombre
La bipolaridad es un trastorno afectivo. "Para decirlo en términos muy simplificados, un paciente bipolar se define por alternar en el curso de su evolución fases del estado de ánimo que son opuestas; unas son depresivas y otras eufóricas o exaltadas", introduce en el tema Goldchluk. En otras palabras, se considera que una persona padece desórdenes bipolares si a lo largo de su vida ha sufrido depresiones profundas y al menos una vez ha pasado por un episodio de manía (ver recuadro "La clave: identificarlo a tiempo").
Por manía se entiende una conducta eufórica constante, fuera de lo común. Existen, es importante la aclaración, distintos niveles de depresión y euforia, lo que permite diferenciar distintos tipos de bipolaridad. El cambio de una fase a otra (de manía a depresión) es variable, y entre fases hay períodos de estabilidad. La frecuencia varía de una persona a otra. "En algunos casos, en un mismo momento pueden presentarse síntomas de ambos polos, constituyendo lo que se denomina un episodio bipolar mixto", agrega el doctor Vázquez.
Por otra parte, si bien hoy se hizo popular hablar de bipolaridad, es otro error creer que estamos frente a una "enfermedad de la modernidad" o que hayan aumentado los casos con relación a épocas anteriores.
El doctor Aníbal Goldchluk lo certifica: "Ya en el primer siglo después de Cristo, Areteo de Capadocia, notable médico griego de la época imperial romana, advirtió sobre la sucesión de melancolía y manía en el mismo paciente: «Algunos pacientes después de estar melancólicos tienen cambios a manía (...); por eso, esta manía es probablemente una variedad del estado melancólico (...). La manía se expresa como furor, excitación y gran alegría (...). Otros tipos de manía tienen manifestaciones delirantes de tipo expansivo: el paciente tiene delirio, estudia astronomía, filosofía... Se siente poderoso e inspirado»". Queda demostrado, así, que la condición de bipolaridad es propia del hombre desde la Antigüedad.
“Lo que corresponde a los tiempos modernos -explica el psiquiatra- es la inclusión de la clínica mental como razón de consulta terapéutica. Antes, la clínica mental estaba reducida a los grandes cuadros psiquiátricos que sólo se encontraban en los asilos, porque no se contaba con instancias terapéuticas apropiadas. En los últimos tiempos, se ampliaron los criterios y categorías para facilitar el diagnóstico y establecer estrategias de intervención y tratamiento."
El doctor Gustavo Vázquez es a nivel internacional un reconocido estudioso de los trastornos de ánimo. En sus reiterados documentos sobre la enfermedad, detalla: "La edad promedio de aparición de la enfermedad bipolar, basada en los hallazgos de distintas investigaciones sobre el tema, es alrededor de los 22 años. Algunos investigadores han propuesto la existencia de dos grupos primarios: uno de edad de inicio temprano y otro tardío. Sin embargo, es importante destacar aquí la potencial interferencia de una habitual demora en el diagnóstico específico correcto, que puede llegar a hacerse varios años más tarde del inicio de los síntomas afectivos".
En general, el trastorno bipolar se manifiesta en la adolescencia o en la edad adulta temprana. Sin embargo, se ha demostrado la existencia de esta enfermedad en los niños. En los últimos años se ha generado al respecto un intenso debate entre los especialistas, el público y los medios de comunicación. "Como el trastorno bipolar es diagnosticado a partir de la aparición de episodios de manía (es decir cuadros de euforia y/o grandiosidad, desinhibición, conductas riesgosas, distractibilidad), se suele confundir estos síntomas con algunos comportamientos similares que son propios de los niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad", explica Vázquez. Esta similitud en los síntomas complica la posibilidad de un diagnóstico diferenciado preciso.
Lo cierto es que, a la edad que elija manifestarse, el trastorno bipolar es fundamentalmente una enfermedad neurobiológica con base genética y hereditaria. El riesgo de aparición de esta patología afectiva entre los familiares de primer grado (padres, hijos o hermanos) de un paciente con trastorno bipolar es 10 veces mayor que en cualquier persona de la población general. Si son hermanos gemelos que comparten la misma información genética, ese riesgo aumenta hasta alrededor del 63%. "Lo que se hereda es el riesgo o la susceptibilidad para desarrollar la enfermedad, herencia sobre la que luego actuarán (o no) factores ambientales", subraya el experto. Los estudios que han analizado los factores desencadenantes de los episodios afectivos sostienen que la mayoría de los pacientes suele pasar por situaciones vitales estresantes previas, como pérdida de la pareja, cambio de trabajo o mudanzas.
En busca del tratamiento
Quien padece de trastorno bipolar debe recibir un tratamiento farmacológico específico, adaptado a sus particularidades. "Además de la medicación necesaria -explica Goldchluk-, se debe sostener un tratamiento psicoterapéutico adecuado." "Se ha avanzado bastante en la investigación neuropsicológica, neurobiológica y genética -celebra el doctor Vázquez-, así como también se ha profundizado el conocimiento de las características clínicas comórbidas (es decir, el impacto funcional y orgánico en los distintos sistemas corporales), lo que ha llevado al desarrollo de más eficaces medidas terapéuticas para combatir la enfermedad."
La investigación parece ofrecer garantías clínicas. Ahora, lo que resulta fundamental, tanto para el paciente como para la familia y su entorno, es trabajar sobre la psicoeducación. Esta va más allá de la mera transmisión de información; incide en cambios cognitivos y conductuales que se derivan del conocimiento de la enfermedad. Se trata de educar a todos para, por un lado, tomar conciencia y aprender de este trastorno, y, por el otro, combatir la discriminación que despierta el desconocimiento.
"Lamentablemente -señala Goldchluk-, tal como se ha demostrado en una investigación reciente, tanto en la Argentina, Brasil o Colombia como en Canadá, los pacientes con trastorno bipolar deben luchar contra el estigma que genera el diagnóstico de la enfermedad." Más allá de la asistencia diaria y gratuita que suele ofrecer el Hospital Borda, y que deben garantizar todos los hospitales públicos con asistencia psiquiátrica de nuestro país, en la Argentina hay redes para el paciente bipolar y su grupo familiar.
"Desde hace ya muchos años -rescata el doctor Goldchluk- funciona en nuestro país Fubipa (Fundación Bipolares de Argentina, www.fupipa.gov.ar ), una organización gratuita que reúne a pacientes y familiares." Se insiste sobre la idea: actuar a tiempo (reconocer el problema, consultar y afrontar la enfermedad) y sostener el tratamiento adecuado. Todo esto es posible si el paciente, su entorno y la sociedad se deciden a recibir la información necesaria para vivir mejor.
Por Eduardo Chaktoura
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