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Lic. María Mucci
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Psicología y Salud: La relación médico-paciente. Aportes de la Psicología
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Todo proceso de enfermedad médica constituye un hecho complejo, que cabe analizar desde múltiples perspectivas. La relación médico-paciente está definida socioculturalmente según los lugares y funciones de sus participantes. La representación social construida de una enfermedad sitúa al padeciente en el “rol de enfermo” y a quien le asiste en el papel de médico-técnico-curador. Lugares y funciones que conllevan deberes y derechos básicos.

En Psicología y Salud, observamos múltiples circunstancias, factores, contextos, sistemas que atraviesan la “historia natural de una enfermedad”, se sitúan a diversos niveles e influyen -directa o indirectamente- en el enfermo. ¿Que entendemos por Psicología y Salud? León Rubio y Medina Anzano (2004) en “Psicología de la Salud y de la Calidad de Vida” consideran que se trata de “la integración, y no la mera suma, de contribuciones que, aún ocupándose de distintos aspectos del comportamiento, comparten idénticas dimensiones del concepto de salud”. Entre ellas, situamos la relación médico-paciente y, por ende, el proceso comunicacional entre ambos.

La experiencia clínica con pacientes portadores de enfermedades médicas nos plantea una serie de preguntas ¿Participa, el enfermo, en el proceso de asistencia médica? ¿Cómo lo percibe? ¿De qué depende su satisfacción con la misma?

Fundamentalmente desde la relación médico-paciente, entendida como acto médico de objetivos terapéuticos. Tradicionalmente se trataría de una relación asimétrica en la que el médico ocupa un lugar de saber y poder. En ella el enfermo asume un rol pasivo, silencioso, obediente, sumiso, padeciente y sufriente. Para que ella lo beneficie no debería quedar sujeta al azar. En términos ideales -no siempre posibles- debe implicar un vínculo simétrico, diádico, cara a cara, con el objetivo del trabajo en común.

¿Cómo se establece la relación en la mayoría de los casos? En las últimas décadas se produce un cambio en el esquema tradicional de dicha relación, plasmado en la "Carta de los Derechos de los enfermos", de la Asociación Americana de Hospitales (1973). Cambio que implica reconocerlos como sujetos autónomos, para participar activamente en la toma de decisiones médicas que lo implican. Si tradicionalmente era el médico quien tomaba las decisiones e indicaba "lo que consideraba mejor y en beneficio del paciente", es o debería ser ahora quien decide para sí. Esta posición se conoce como el pasaje de la "ética de la beneficencia" a la "ética de la autonomía". ¿Qué conlleva este cambio? Conduce a explicitar, una serie de derechos fundamentales de los enfermos, que sintetizamos a continuación:

El derecho a la información, indispensable para obtener el consentimiento informado. Es decir, la información que el médico proporcione ayudará al paciente a considerar riesgos y beneficios de las alternativas terapéuticas propuestas para tomar una decisión.

El derecho al consentimiento constituye otro de los indicadores del modelo actual de relación médico-paciente. Implica reconocer la autonomía del enfermo, posibilitar la libre expresión de su voluntad de aceptar o rechazar una propuesta terapéutica. Siguiendo la definición del Manual de Ética del Colegio Americano de Médicos (1984): "El consentimiento informado consiste en la explicación, a un paciente atento y mentalmente competente, de la naturaleza de su enfermedad, así como del balance entre los efectos de la misma y los riesgos y beneficios de los procedimientos terapéuticos recomendados, para, a continuación, solicitarle su aprobación para ser sometido a esos procedimientos.(…) La presentación de la información al paciente debe ser comprensible y no sesgada; la colaboración del paciente debe ser conseguida sin coerción; el médico no debe sacar partido de su potencial dominio psicológico sobre el paciente". Por ende, debe ser voluntario.

El derecho a una asistencia integral está implícito en el juramento hipocrático, que expresa en una de sus cláusulas: "Aplicaré mis tratamientos para bien de mis enfermos, según mi capacidad y buen juicio". Es decir este derecho supone un profesional en las mejores condiciones posibles, según el estado del arte y de la medicina actualizada.

El derecho a la confidencialidad deriva de la tradición hipocrática acerca del secreto médico, en salvaguarda de la intimidad y privacidad del paciente: Esta tradición refleja la necesidad del acto médico de lograr, construir y sostener la confianza del paciente y su familia.

¿Cómo asumir una nueva concepción de la relación? En primer término superando barreras culturales, educativas, combatir el uso de “argot” médico y la infantilización del enfermo, procurar superar los obstáculos del sistema de salud vigente, prejuicios y errores conceptuales de las ciencias de la salud.

Enfatizamos que tanto médicos como pacientes tienen derechos y obligaciones. Desde la perspectiva del paciente, al conocer sus derechos y las obligaciones profesionales, procura asumir un rol activo en su propia atención. Dichos derechos derivan de la Declaración Universal de los Derechos humanos a estar debidamente informados sobre la dolencia que padecen, conocer las indicaciones y las alternativas terapéuticas para su curación, riesgos y beneficios, consentir o no al tratamiento propuesto. Ello implica debatir el plan de trabajo con el profesional y aun considerar otras opiniones profesionales.

Cabe señalar que, en el nivel comunicacional, es necesario considerar las diferentes perspectivas que surgen de las investigaciones sobre el tema, de los profesionales y de los pacientes, las que -ante el mismo problema- no siempre coinciden. Una investigación reciente concluye que, en el proceso comunicacional, deben focalizarse una serie de factores adicionales: qué efecto tiene la información en el paciente, qué desea y necesita y cómo su percepción y perspectiva difiere de la de los profesionales; el contexto, incluyendo la gravedad y el tipo de enfermedad y la influencia familiar; cómo la complejidad del sistema de salud facilita u obstaculiza la comunicación; la influencia del paciente en la conducta del profesional que comunica y el modelo propuesto de cuidados médicos. (R.M. Epstein, 2006).

Aun así, cuando la hospitalización es necesaria la institución se constituye en el medio en el que la persona no desempeña un papel activo y directo. Para Rodríguez Marín y Zurriaga Llorens en “Estrés, enfermedad y hospitalización” (1997) el hospital o sanatorio se constituyen como cultura específica “extraña para el paciente (...) toda persona trasladada de una cultura a otra sufre un inevitable proceso de aculturación.” Por así decir, el contexto asistencial configura un punto de apoyo y también un estresor. En el se produce un proceso de anomia, como efecto del dispositivo hospitalario, en el que el aislamiento, la pérdida de la autonomía, los actos médicos, la sensación de inseguridad, hacen que el paciente pierda sus marcos referenciales naturales.

A modo de conclusión provisional, la relación del paciente con el médico y el equipo de salud en general, la capacidad de “todos” para entablar un diálogo en el que la información y la comunicación eficaz sean fluidas, facilita expresar dudas, temores y adquirir un conocimiento lo más real y objetivo posible acerca de su padecimiento. De igual manera, es posible disminuir el riego de trastornos psicológicos y modificar su adaptación si se procura un manejo adecuado de la información. Por lo tanto, no resulta excesivo señalar que cualquiera de los integrantes del equipo de salud, debemos tener en cuenta que “el órgano más importante para el manejo de la verdad es el oído, no la lengua”.
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