Vivimos en una era tecno-científica. Teléfonos celulares, Internet, sistema de posicionamiento global (GPS), trasplantes de cara, medicamentos para casi todo tipo de enfermedades… Los avances parecen no tener fin. Incluso en capitales de países subdesarrollados (Buenos Aires, por caso), la presencia del arsenal tecno-científico resulta abrumadora.
Hoy en día parece casi imposible que una persona joven use el teléfono de línea en vez del celular, o que escriba una carta sobre un papel y la envíe por correo (¡qué antigüedad!) en lugar de tipear un e-mail en su computadora. También parece inconcebible que un médico recurra sólo a su ojo clínico para sugerir un tratamiento y prescinda de análisis, radiografías, electrocardiogramas o tomografías computarizadas, métodos que aseguran un diagnóstico mucho más certero.
Sin embargo, para los medios de comunicación, este contexto plantea una paradoja. Las noticias sobre ciencia cada vez ocupan más espacio, pero tienen poco público en comparación con otras áreas de la actualidad.
Los diarios (el medio de mayor credibilidad a la hora de difundir noticias científicas) le dan importancia a los temas relacionados con la ciencia y la medicina. Un estudio de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SECyT) realizado en 2006 informa que ocho de cada diez ediciones de diarios nacionales tienen al menos una noticia sobre ciencia (1).
Otra encuesta de la SECyT sobre la percepción del público sobre este tipo de noticias revela que cuatro de cada diez lectores no repara en ellas; tres lo hace de vez en cuando y sólo dos las lee asiduamente. En orden de preferencias, las noticias de ciencia sólo superan a las secciones Arte y Cultura, Clasificados y Agricultura- Campo (las más leídas son Información General, Deportes y Política Nacional). Además, sólo un 5% compra revistas científicas (2).
Debido a la escasa presencia de programas sobre ciencia, la televisión abierta prácticamente no fue incluida en los análisis. Tampoco la tevé por cable donde, sin embargo, existen varias señales dedicadas exclusivamente al género documental (Discovery Channel, por ejemplo), muchas veces relacionado con temas de ciencia y salud. Claro que el rating del cable es ínfimo en comparación con el cosechado por la tevé abierta.
Segundas lecturas
Los resultados estadísticos casi siempre tienen más de una lectura. Una visión optimista (la mía) considera que habrá más público interesado en noticias científicas a medida que los medios le den más importancia al tema. La mitad de los lectores repara en las noticias científicas, aunque sea de vez en cuando.
Esta visión optimista, que prevé más público para las noticias científicas, lleva necesariamente a prestarle atención a las características de la difusión de la ciencia. Otra vez, los estudios de la SECyT tienen algo para decir.
Su observación sobre los diarios revela que los temas científicos son tratados, mayoritariamente, como noticias y que son escasos los reportajes (notas, en la jerga de las redacciones argentinas). El uso de las fuentes también formó parte del relevamiento. Los periodistas científicos recurren, en promedio, a 1,3 fuentes, mientras que sus colegas de política o deportes suelen utilizar 3,2 fuentes, acercándose al mecanismo periodístico tradicional, aconsejado en el ámbito académico.Una de las mayores dificultades de la especialidad es la traducción de un lenguaje complicado, lleno de tecnicismos, casi críptico (el científico) a un lenguaje mucho más simple y coloquial (el de los medios). El trabajo de la SECyT revela que el 30% de los lectores de diarios considera que las noticias científicas son difíciles de comprender. La proporción prácticamente se duplica entre personas de menor nivel de enseñanza o sin educación.
Según los estudios de la SECyT, entonces, los periodistas científicos usan pocas fuentes (prácticamente una sola), recurren en pocas ocasiones a los géneros de mayor despliegue, como el reportaje, y su lenguaje todavía resulta difícil de comprender para un tercio de los lectores.
Mejorar la calidad de los contenidos de los diarios impresos aparece como casi la única solución para poder competir contra viejos y nuevos enemigos, como la televisión, los diarios on-line y los blogs.
Algunas suspicacias
La misma regla debe aplicarse al periodismo científico. El uso de una sola fuente parece incomprensible y hasta despierta suspicacias. ¿Revela casos de noticias que interesan más a las fuentes que al público? Es más, el estudio de la SECyT dice que las revistas científicas argentinas casi no se utilizan como fuente. En otras partes del mundo, este tipo de revistas, por ejemplo Science o Nature, son fuentes casi obligadas porque contienen trabajos sobre ciencia en estado puro y porque sus redacciones poseen comités de redacción formados por científicos. El reportaje implica mayor investigación e interpretación, mecanismos que, según los lectores encuestados por la SECyT, todavía tienen mucho terreno para ocupar en el periodismo científico.
Aunque parecía un tema dominado, la decodificación del lenguaje científico aparece como asignatura que los periodistas aprobaron con un siete. No es una mala nota, pero puede mejorarse. Las mayores falencias consisten en simplificar temas complejos, eliminar tecnicismos en vez de explicarlos y, a la hora de presentar las noticias, caer en la confusión.
La enseñanza del periodismo científico aparece como una de las alternativas para mejorar la calidad. Los alumnos deben tomar nota de las actuales falencias, de las posibilidades de la especialidad y aprender cómo mejorar lo que estamos haciendo ahora, con vistas al futuro. Un futuro que, al menos para los periodistas científicos, plantea varios desafíos.
NOTAS:
(1) El estudio abarcó 538 ediciones de los diarios Clarín, La Nación, Página/12, Río Negro, La Gaceta, La Voz del Interior y Los Andes entre abril y septiembre de 2005. Centro REDES y Observatorio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva
(2) La encuesta incluyó 1.936 personas de 21 ciudades, en noviembre de 2006. Estuvo a cargo del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (ONCTIP), que depende de la SECyT.
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