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Una silla para que los bebés coman a la altura de los papás
20 de mayo

Una silla para que los bebés coman a la altura de los papás

Daniela Baredes, egresada UP, presenta su nuevo proyecto: un adaptador de sillas para bebés.

Una silla para que los bebés coman a la altura de los papás

Dicen que los bebés vienen con un pan abajo del brazo. Lo que no se les avisa a los padres primerizos es que, además, llegan con una cantidad importante de bártulos para los que a menudo no hay espacio en el hogar, y menos aún para desplazarse con ellos por el exterior: desde el cochecito hasta el “gimnasio” didáctico, pasando por el cambiador y la consabida sillita de comer.

Fue así que a Daniela Baredes le quedó arrumbado en la baulera un adaptador para sillas importado que le habían regalado cuando estaba embarazada de su hijo Ciro, hoy de un año y tres meses. “Cuando lo recibí, no entendí nada y lo guardé. Pero cuando él empezó a comer y yo empecé a salir con él, saqué el adaptador para probarlo y fue un diez total”, cuenta Baredes.

Baredes comenzó a producir la silla en octubre del año pasado y ya vendió 350 unidades. El costo es de $900 y sirve para niños de hasta 15 kg. de peso

Se trata de un adaptador a una silla normal, para adultos, pero que permite que el bebé coma a la misma altura que todos, a diferencia de los busters o baby seats, de modo que “comparten de otra manera”, indica Baredes. En la otra punta, las sillitas de comer altas casi dejaron de usarse, “porque son muy ‘bartulosas’ y los departamentos son chicos”, explica.

El adaptador de sillas regalado tenía además correas y ganchos regulables para ajustarlos al asiento y al respaldo “de verdad”, tamaño adulto, para que el bebé no se moviera y no corriera peligro de caerse. Pero haberlo encontrado no significó que el asunto estuviera 100% resuelto. “Un día lo llevé a un lugar donde había un mantel nuevo y el velcro del adaptador se enganchó y lo deshilachó”, menciona la emprendedora. También le encontró otros detalles en cuanto a calidad de los insumos que podían mejorarse.

Como ella es graduada en Diseño Gráfico (por la Universidad de Palermo) y su abuela siempre había trabajado como modelista y costurera, se pusieron juntas a hacer la moldería del adaptador, de modo de poder fabricarlo y venderlo. En esto, Baredes también reconoce la incidencia de su condición de madre recién estrenada: simplemente, “cuando estás sin dormir, a veces pensás más y te arriesgás”. Por otro lado, también había dejado su trabajo de diseñadora gráfica al quedar embarazada.

Una vez que “sacaron” la moldería, el siguiente paso fue recorrer los barrios porteños de Once y Boedo para comprar las telas y demás materiales. Conseguir un taller para tercerizar una parte de la confección ya costó un poco más; pero finalmente en octubre del año pasado estuvieron listas las primeras doce unidades de Ay Chirín, como Baredes decidió bautizar a su marca. Ella estima que para esto invirtió unos $ 5 mil.

El producto no sólo se adapta a cualquier tipo de silla, sino que también puede transformarse en valija para trasladarlo sin esfuerzo: pesa 750 gramos y se reduce, de modo que ocupa el espacio mínimo indispensable. Es apto para bebés de cinco meses hasta niños de 2 años, o que pesen hasta 15 kilos. Cuenta con un relleno de gomaespuma de alta densidad y “cierres-fácil” que evitan que se enganche con la tela. Además es símil cuero, totalmente impermeable; y para limpiarlo basta con un trapito húmedo. Su precio al consumidor final es de $900.

Para las ventas, Baredes se maneja con las redes sociales, enviando los adaptadores por Correo Argentino. También tiene presencia en dos locales multimarca (en Almagro y Villa del Parque) y en los showrooms de otras emprendedoras que venden productos afines (en Lanús y Bariloche). De este modo, Ay Chirín ya lleva vendidas 350 unidades.

“No aumenté el precio desde que empecé porque mi idea es, con el tiempo, ir llegando como mayorista a toda la gente que pueda comprarlo”, sostiene Baredes.

Mientras tanto, sigue introduciendo en el producto innovaciones como la ampliación de la oferta de colores y el mejoramiento en materia de terminaciones que contribuyan a la seguridad del bebé. “Tengo un control de calidad que quizás sea exagerado, pero yo no lo voy a sentar a Ciro en ningún lugar que, por ejemplo, tenga algo que lo pueda pinchar. Y para mí, cada bebé que pueda sentarse en Ay Chirín es mi hijo”, subraya.

*Nota publicada en Diario Clarín en el día 20 de mayo de 2018