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Mitos y verdades sobre las brechas digitales |
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Por Uriel Cukierman. Secretario de Proyectos Académicos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Palermo.
Según un informe publicado en 2001 por la OECD, el término “brecha digital” se refiere a la diferencia entre individuos, hogares, empresas y áreas geográficas, de diferentes niveles socio-económicos, en relación con sus oportunidades para acceder a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) y al uso de Internet.
Si bien los datos incluidos en dicho informe reflejaban una importante brecha entre los países más desarrollados y los menos, no es menos cierto que la situación desde aquel entonces hasta la actualidad, ha cambiado significativamente y, lo que es más importante, muestra una tendencia alentadora. En efecto, según las estadísticas más recientes , más de mil cuatrocientos millones de personas en el mundo (22% de la población mundial) tienen acceso a Internet – esta cifra ha crecido en los últimos ocho años más del 300% – y se estima que para el año 2010 alcanzará a un tercio de la población mundial.
Es interesante e instructivo, analizar un poco más en detalle estos datos. Si bien es cierto que en la actualidad el 15% de estos usuarios están ubicados en los Estados Unidos de Norteamérica, no es menos cierto que el mayor crecimiento relativo se da en el Medio Oriente (1177% desde 2000), en África (1031%) y en Latinoamérica y el Caribe (669%) y el menor de todos en América del Norte (130%). Es casi obvio que esto sucede, en parte, por la saturación que se está alcanzando en la población norteamericana (71% de los habitantes de los EUA tienen acceso a Internet), pero este hecho no desacredita la realidad que indica que, hoy en día, el mayor crecimiento de personas con acceso a Internet se está dando en países del denominado “tercer mundo”. En Argentina, en particular, se estima que existen en la actualidad alrededor de 17 millones de usuarios que representan más del 40% de la población y que han crecido el 540% entre los años 2000 y 2007, a pesar de la crisis del 2001.
Un dato que corrobora lo hasta aquí expresado, es que la penetración de Internet en el mundo desarrollado en relación con los países en vías de desarrollo es hoy aproximadamente 3,5 veces mayor, cuando hace diez años era 38 veces superior, o sea, se ha reducido en un 90% . Sin duda queda mucho por hacer para seguir reduciendo esa brecha, pero es innegable que la tendencia es alentadora.
Los análisis estadísticos de este tipo son tan útiles como insuficientes. Aún si “mágicamente” el día de mañana toda la población del mundo amaneciera disponiendo de una computadora con una conexión a Internet, eso no significaría que la brecha digital habría desaparecido. En efecto, existen “otras brechas digitales” al interior de las anteriormente mensuradas y son las que se refieren al efectivo uso de las TICs. En tal sentido, Pippa Norris plantea que la brecha digital es un fenómeno que implica tres aspectos principales: la “brecha global” (que se presenta entre distintos países), la “brecha social” (que ocurre al interior de una nación) y la “brecha democrática” (que se refiere a la que existe entre quienes participan de los asuntos públicos en línea y quienes no lo hacen).
Desde otro punto de vista, Rob Salkowitz plantea la existencia de una “brecha digital generacional” la cual se presenta como un conflicto entre la gente y la tecnología: sus expectativas, sus experiencias, sus prioridades y sus formas de entender el trabajo y el mundo. La tecnología, dice Salkowitz, no es neutral con referencia a la edad. Es creada para los jóvenes, por los jóvenes y es vendida a las empresas a través de un canal muy estrecho de decisores que no siempre consideran el impacto de las nuevas herramientas en las personas cuyos talentos constituyen el valor diferencial de las organizaciones.
En síntesis, no cabe duda que reducir la brecha digital, en todas sus formas, es una tarea fundamental de las sociedades modernas, pero no es menos cierto que lograrlo requiere no sólo de la provisión de la infraestructura necesaria – las tecnologías de la información y la comunicación propiamente dichas – sino también de las estrategias que permitan que los diferentes sectores de dichas sociedades puedan acceder a ellas, de manera adecuada, en función de sus habilidades y posibilidades. |
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